Se le barre. Ya ocurrían cosas raras con la segunda esposa del presidente Andrés Manuel López Obrador, ya que ella no quiso ser Primera Dama, y terminó el sexenio con un libro feminista: Beatriz Gutiérrez Muller, señora, parece haber tenido conciencia del cargo del marido hasta donde ella se beneficiaba con algunas cosas para fines personales. Debió por tradición encargarse del DIF (Desarrollo Integral de la Familia), pero no quiso. Tampoco fue alguien muy criticado, dados sus lazos familiares propios (Gutiérrez Canet). Hay indicios de que el presidente se dejaba llevar por cierta admiración ante "la intelectual", aunque no puede decirse que realmente destacara, y más bien hacía de todo un poco, en el límite entre la investigación y lo que hoy "es lo que anda": la "cultura", que permite a medio mundo ser escritor y, si se da, hasta medio cantante también. No parece que López Obrador estuviera demasiado a gusto con el lado "corriente" de la señora, que aprovechó una despedida en Palacio para mostrarse ambivalente entre la muestra de cariño y la intemperancia, para imponer. "Mandar obedeciendo", digamos. En abono de la señora, hay que decir que su ambición no la llevó a tener cargo en el sexenio actual. En todo caso, no se trató de acompañar a López Obrador, y sí más bien de fines propios. Lejos de cualquier conciencia de sociedad y ni se diga de lo que se quiera entender por "pueblo", Gutiérrez Muller hizo uso de su libertad y sus derechos sin sentirse mayormente obligada, ni siquiera a ser considerada con el mandatario, y remató con sí misma, a través de su "feminismo silencioso". Al que le dió cierto bombo y platillo, sin mucha delicadeza.
La actual presidentA de México, Claudia Sheinbaum, lleva dos pifias algo parecidas, ahora que es tiempo de mujeres, y volvió a reincidir con el más reciente mensaje navideño. Lo primero había sido a propósito de las "amas de casa": Sheinbaum se dijo feliz de ser hija, madre y abuela, y se le pasó por completo la mención de lo que pudiera significar ser "esposa", porque la señora de la casa no incluye curiosamente al marido. ¿Era un error por casualidad? No parece, a juzgar por el mensaje navideño. El esposo de Sheinbaum no alcanzó a colocar casi nada, y por cierto que también es intocable, ya que no es de cualquier familia. Sheinbaum deseó lo mejor para las familias mexicanas, una cortesía normal. Dentro de la importancia del amor, por encima de las cosas materiales (es que "lo material no es importante"), según la presidentA, están el amor a los hijos, a las madres y a los adultos mayores. Con el marido al lado, que por su parte ve ante todo por lo suyo, Sheinbaum no incluyó a su esposo en la familia, ni mencionó nada del "amor al esposo y la esposa" o "a la pareja" ni nada parecido. Entonces ya no sería tan casualidad, puesto que por segunda vez Sheinbaum omitió la mención del esposo como "parte de la casa" y como parte "de la familia". El esposo, apenas balbuceante, menos bien adornado que el árbol navideño y casi a título de lo que se conoce habitualmente en el habla coloquial mexicana como "florero", fue omitido en dos lazos afectivos, los del hogar y los de la familia, que entonces muestran en qué consiste lo conservador-libertario: libertad y derechos, pero ninguna obligación ni consideración, salvo para los vínculos consanguíneos, en los cuales, en cambio, es posible un lazo que vaya hasta la complicidad o la incondicionalidad. Simplemente, no ser parte de esta consanguinidad, que puede ser por lo demás extendida (hasta donde alcancen todos los consanguíneos), implica exclusión u omisión del ""grupo", del "linaje", en la forma más primitiva: un "nosotros" más bien cerrado frente a un "otro" que no termina de ser "parte de". No se trata sino del lazo de sangre muy anclado por la herencia prehispánica, pero también señorial hispana de linaje, antes que propiamente por la sangre como raza. Es la base del aprendizaje de practicas clientelistas y, en el límite, de las mafiosas, puesto que pareciera que ahora las mafias son hereditarias, como ocurre en Sinaloa en pleito por la herencia. Libertad y derechos, sí, y al mismo tiempo la actitud atávica: la de "revancha" sobre el macho (no el hombre) para colocarlo como "el invisible de la foto", el "ausente" o casi, como en la familia oligárquica, como parte de la historia oculta o casi que lleva a que el monolitismo familiar tenga un muerto o el equivalente en el clóset, como lo mostrara tan bien Carlos Fuentes en Las buenas conciencias. Ninguna novedad, si se considera por ejemplo al Ricardo Garibay de Cómo se pasa la vida, aunque ahora se toma revancha sin siquiera seguridad de que el hombre sea un macho, y como tal, además, desobligado: habría que saberlo en el caso de López Obrador o el de Jesús María Tarriba. Ni idea. López Obrador fue sacado de su propia mañanera por Betty Muller y Tarriba alcanzó a eructar "feliz Navidad a todos y todas". En ese orden, para no terminar de hacer el ridículo (y López Obrador no era en cambio dejado).
En el pasado propiamente moderno, y no oligárquico, "los esposos" (entiéndase esposo y esposa) en vez de rivalizar se acompañaban y brindaban ayuda mutua, aunque quedaran desigualdades por subsanar. El desplome de la educación y el auge de las libertades y los derechos no han dejado más que la desconsideración por conveniencia -adaptarse al "feminismo" y la EXIGENCIA familiar para "convivir"- y el peor atavismo: el de no considerar, después de todo, como familia a quien no tenga lazos consanguíneos, a riesgo de dar en formas de endogamia que como sea no protegen de lo típico en la familia oligárquica centrada en la figura de la madre, por si hubiera duda sobre Sheinbaum y su "modelo", la "señorona": las pugnas por sistemas internos de alianzas. Con la "libertad"" se dió derecho a lo primitivo, y se acabó la modernidad de los "esposos", de la mujer valiendo como tal y no como madre centro del "grupo" -como la abuela de San José de Gracia descrita por Luis González y González-, de la pareja como lo "parejo" y de compañerismo. Tal vez en generaciones intermedias, a tientas, aparezca contradictoriamente no la unión por el espanto y el esquivar como sea la soledad, sino por sentido de igualdad y rechazo a toda dominación. Pero hoy es tiempo de fifís y de "éso que anda" y sus transmisores. (da click en el botón de reproducción).