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domingo, 15 de diciembre de 2024

LO QUE TE CHOCA, TE CHECA

 Desafortunadamente para algunos, la Rusia de hoy no es la Unión Soviética de ayer, y no es tampoco un país muy unido que se diga más allá de la necesidad de defender la patria y el Estado actual. Las diferencias de opinión son notorias entre quienes vivieron en tiempos soviéticos y quienes no los conocieron. Ya ha habido ocasión de decir que no cabe mucho idealizar el pasado, ya que el sovietismo vivía un reconocido "estancamiento", a pesar de que el último líder soviético, Mijaíl Gorbachov, hablara de "socialismo desarrollado". Era a finales de los '80, pero los problemas venían apareciendo desde cuando menos los '60, y no eran un secreto. No era raro que a los soviéticos no les gustara oír hablar de marxismo, y el estudioso egipcio Samir Amin llegó a decir que era obvio que de marxismo Gorbachov no sabía nada. Ya estaban presentes algunos problemas entre repúblicas: podía suceder que un ruso no se expresara bien de alguna república del Báltico, o que se supiera de la corrupción en Azerbaiyán. Desde los años '70, los encargados de la seguridad o incluso jerarcas del partido comunista estaban en asuntos de "geocultura", como Anatoli Lukianov protegiendo al "euroasiatista" Lev Gumilev. La geopolítica interesaba a un líder como Yuri Andropov, quien por cierto llegó a decir: "no conocemos la sociedad en la que vivimos". Andropov era del KGB (Comité de Seguridad del Estado), y fue de aquí, ya desde San Petersburgo, que salió el núcleo dirigente de Rusia en tiempos de Vladimir Putin. Tuvo que pasar el tiempo para que este equipo se percatara de que Rusia no iba a ser admitida como país europeo, ni siquiera con suministros de petróleo y gas a la UE (Unión Europea) desde distintas rutas: por el Báltico, por Ucrania y hacia el Mediterráneo a través de Turquía y de los Balcanes. Si había la idea de "jalar" a la UE fuera de la órbita estadounidense, falló: Estados Unidos logró cortar todos los lazos de energéticos. No está de más decir que, indirectamente, el bloqueo de Europa Central y del norte lo es también -como la victoria de Israel en Siria- para algunos de los proyectos de la "nueva ruta de la seda" china. En Europa, y aún a costa de ésta, el "globalismo" ganó la batalla contra los planes de los primeros tiempos de Putin, y también parcialmente con parte de los recursos del Caúcaso, al menos los de Azerbaiyán, "gasolinera" estadounidense en la región, y pese al fracaso turco-estadounidense en Chechenia, entre los 90 y principios de los 2000.

      Como prolongación de este gusto por la geopolítica, desde los '90 se planteó la doctrina Primakov, buscando retener Eurasia con una alianza con India y China. Con India no es sino a medias, dada la alianza pronta del derechista primer ministro hindú Narendra Modi con Estados Unidos. Turquía e India han contribuido a que Rusia pueda sortear las sanciones que tiene encima, pero ambos países se dedican a "maniobras" entre potencias, sin ser del todo fiables. No queda claro tampoco en qué del "Sur global" cabe confiar: Arabia Saudita ha contribuido a un reguero islamista en el Asia Central ex soviético, con religión y mucho dinero, e igualmente poca fiabilidad. India también pasa por un repliegue sobre un hinduismo en versión nociva con Modi. Desde este punto de vista, y más allá de un asunto en gran medida cuantitativo, no queda claro qué hace India en el grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), ya que es India sin nada que ver con el pasado No Alineado de Jawaharlal Nehru o Indira Gandhi. Se acabó desde antes de Modi y con un acercamiento a Estados Unidos capitalizado por los Demócratas. Salvo parcialmente con China, la "doctrina Primakov" es otra subestimación del alcance de las potencias capitalistas centrales (Estados Unidos, UE, Japón): India, además de con Estados Unidos, está asociada a Japón en el grupo QUAD (que suma también a Australia: es un país que está en el Sur, pero que se alinea con las potencias centrales).

        Tal vez sea en el ambiente ambiguo del tercermundismo que fue creciendo la figura de otro ex de la KGB muy cercano al mandatario ruso Vladimir Putin, Nikolai Pátrushev. Este no se equivoca cuando ve en Estados Unidos a un "imperio parásito", pero no es algo que se remonte a las Cruzadas  ni a la conquista dizque "europea" del Nuevo Mundo, ya que fue sobre todo asunto español y portugués, no de toda Europa. En esta misma perspectiva, Estados Unidos no tiene tradición colonial, por lo que no hay ningún "orden mundial colonial centrado en Occidente", al menos no en Estados Unidos aunque, eso sí, la Francia de Emmanuel Macron sea tan deplorable que se ha hecho correr a patadas del Sahel africano. Pátrushev, en "El colapso de los imperios parásitos", se equivoca, como es frecuente hoy, entre colonialismo e imperialismo: los ejércitos de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) no son "coloniales", ni el racismo es cosa exclusiva de anglosajones, ni hay "mesianismo" de Estados Unidos. Peor todavía es dar en la creencia en los pueblos "santificados por miles de años de experiencia": ni por "cientos", porque la Rus de Kíev, por ejemplo, poco tiene que ver con lo que ocurre hoy entre Ucrania y Rusia, ni hay nada "azteca" en el México de hoy frente a Estados Unidos. No sólo nadie quiere "reeducar" a "pueblos con costumbres de miles de años", sino que Estados Unidos sabe muy bien servirse de conductas "arcaicas" y no siempre idealizables, para dividir y reinar. Tampoco es ya un hecho que el "centro de la actividad económica se ha desplazado del Occidente global a lo que hasta ahora se ha llamado países en desarrollo". Lo más importante de la actividad económica mundial tiene lugar en la Tríada, incluso pese al ascenso chino. Este es un punto de partida erróneo para recitar sobre la "multipolaridad" basándose en el "Sur global" que no conoce ya mayor cosa de lo que es el desarrollo, y existe hoy, como parcialmente China, como "mercado emergente" para dos cosas, la cacería de potenciales consumidores para las empresas de la Tríada y la llegada de inversiones extranjeras de la misma Tríada. Pátrushev considera que "los occidentales se están aislando del resto del mundo a un ritmo rápido". Lo que sucede en Ucrania o en Oriente Medio indica otra cosa.

       Ciertamente, la Unión Soviética fue de ayuda para que varios países salieran del colonialismo y otros entraran en la llamada "liberación nacional", pero es igualmente sabido que Estados Unidos, entre otras cosas por no ser potencia colonial, también buscó orientar a su favor la descolonización. Hay una percepción tan errada que se olvida como fue con los 14 puntos de Woodrow Wilson que una parte de Europa se fue deshaciendo de imperios coloniales como el zarista ruso, el austro-húngaro y el otomano. No es ninguna colonia que sostiene la "imprenta de billetes" estadounidense. Al entrar en la ruta de la descolonización e incluso en algunos casos de "liberación nacional", más de un país no dejó de ver con atractivo a Estados Unidos. Varios con tradición nacionalista fuerte se orientaron hacia Estados Unidos desde los '80, de México hasta India con el último de la dinastía Gandhi (no son de Mahatma Gandhi). Por lo demás, China, por antisovietismo, se abrió desde 1972 a buenas relaciones con Estados Unidos, ayudándolos desde Afganistán hasta Angola. Losa casos de "éxito" en el "Sur" no estuvieron desligados de la ayuda estadounidense, como en Corea del Sur y Taiwán.

     Pátrushev, no sin influencia de lo que el tercermundismo algún día le contó al oído al sovietismo, como "revolución a la vuelta de la esquina", dice que "el Occidente destruyó las herramientas que le funcionaban mejor que la maquinaria militar". Es precipitado. Pátrushev habla desde lo que algún día conoció, cuando parecía que el tercermundismo servía de soporte al sovietismo, aunque el primero en realidad estuviera sobre todo a la expectativa para saber hacia dónde inclinarse, en parte por falta de fuerzas propias, pese a las apariencias "nacional-populares" y su facilidad para la grandilocuencia.

     Pátrushev afirma que la descolonización de posguerra se hizo con fuerte influencia soviética. Hubo de ésto, de lazos de amistad entre algunos del Tercer Mundo -no tantos- y los soviéticos y, contra la opinión de los comunistas, de creencia como ahora en "el Gran Cambio que se avecina". Lo que sí es cierto -y contradice a lo dicho por el propio autor, Pátrushev- es que "los colonizadores tuvieron que cambiar a mecanismos y métodos de coerción indirecta": son los que, sin renunciar a las armas, tienen Estados Unidos y sus "socios y aliados" a su favor, y dicho con toda claridad: el "poder blando" que, sumado al militar, hace el "poder inteligente", si acaso es una expresión inteligente.

     Pátrushev, nacido en 1951, tuvo tiempo de crecer en la Unión Soviética, y de vivir a edad temprana el auge tercermundista, que no existe más, ni como fuerza del "Sur global". Era un auge ambiguo, y contribuyó a sangrar recursos soviéticos, a hacerle creer a Moscú, entonces capital soviética, en una correlación de fuerzas inexistente, hasta que todo "salió volando" en los años '90. Fue en los '70 que Pátrushev y Putin se conocieron, para luego ser dos "claves" en la inteligencia rusa en los años '90, bajo la presidencia de Boris Yeltsin. Ambos debieron haber conocido las ideas geopolíticas que fueron apareciendo en la Unión Soviética desde los '70. Lukianov, ya mencionado, promovió con otros la nueva Constitución soviética de 1977, más "nacional-popular" que la de 1936. Más allá del realmente existente "imperio parásito", con el inconveniente de que un parásito puede comerse al huésped -lo que Rusia no es-,  Pátrushev fue a dar en el "antídoto" de la "preservación de los valores morales tradicionales", más allá de los "valores tradicionales" rusos: desafortunadamente, a "los occidentales" esos valores les encantan, sobre todo si es para turistear y ponerse en algo igual de hippie, lo "auténtico", "natural", "espiritual", etcétera. Como no se trata de los valores socialistas, es algo poco fiable, más si data de sabrá Dios qué pasado "milenario", en la típica actitud del ignorante estadounidense de negocios que se pone a comprar cultura: ¿la de los árabes que esclavizaron a los negros por mucho más tiempo que los "occidentales"?¿La de los reyes negros que vendieron a los de su propia raza como esclavos a "los occidentales"?¿La de la nobleza rusa que tenía a siervos con un trato rayano en la esclavitud?¿La de las castas en India?¿Las tradiciones de una parte del islam con las mujeres?¿Lo bien que se estaba entre aztecas con sacrificios humanos para fines religiosos?' La maya que, por motivos religiosos y jerárquicos, acabó con el sustento ecológico propio?¿La inca que no conocía la escritura?¿La señorial española de dilapidación de riquezas y de pugnas intestinas y traición?¿La de los mormones polígamos?¿Las de Haile Selassie en Etiopía, para inspiración rastafari?¿Las creencias vudú y los zombies?

       Estados Unidos es un país joven, sin mayor cultura, por lo mismo: puso a los pueblos originarios en reservaciones y a los negros liberados en guetos. Para compensar, el hombre de negocios estadounidense es amante de la filantropía y, como parte de ésta, de todo lo que sea petrificación histórica, porque la cultura, como es para compraventa y un negocio más, es un "patrimonio". La fuerza estadounidense no nada más está en el atractivo de su modo de vida, que crea la impresión de dar para todos los gustos y para satisfacer cualquier deseo o fantasía, y hasta pulsión; también está en la "razón cultural", es decir, en ir a esconder en la cultura los conflictos sociales. Estados Unidos no se ha planteado como un "excepcionalismo cultural", porque cualquiera sabe que se trata de un país de gente feliz de ser inculta, de no tener casi tradiciones más allá del Día de Acción de Gracias, de comer chatarra y de detestar todo lo que no sea simplón y de negocios, o de técnica. Por lo mismo, cada cultura que llega a Estados Unidos se vuelve negocio y "parte de la competencia", lo propio de un mercado, y al mismo tiempo en museo de toda clase de antiguedades: es decir que, salvo en el grado de patriotismo heredado de la Gran Guerra Patria y lo que significó de prácticamente improfanable, la cultura o los "valores tradicionales" no impiden que Rusia se vea ante problemas sociales que actúan -salvo en lo que queda de sovietismo- contra esos mismos valores; no son los del capitalismo y Rusia es capitalista, ni son los de una nobleza brutal con sus siervos y a la menor rebelión, como lo mostrara de maravilla Vasili Shukshin sobre Stenka Razín. Es que es el reciclaje "a la rusa" para gusto de oligarcas, cuando las cosas se hacen "al estilo de...", como el "socialismo con características chinas", cada vez más chino y menos socialista. Este "estilo" se cruza con la folclórica herencia del tercermundismo muy "multicolor", pero no se trata más que de competencia entre marcas, que al fin y al cabo el "Sur global" para los mil y un nichos de mercado. La descolonización y la "liberación nacional" para tener algo propio con qué negociar, y algo más: para hacerse de algo con qué intermediar y de "alquiler", pasión del Sur. No se puede alquilar lo que no se tiene. Las cosas han sido de tal modo que no es algo que interese ya tanto a Rusia. Dejando de lado el "estilo" y las ilusiones sobre el "Sur global", queda por saber si Rusia puede encontrar algo en lo que convergen Pátrushev e incluso el debilitado partido comunista apenas opositor: una paz lo suficientemente duradera y un amortiguamiento tal del conflicto social interno que el rumbo sea algo parecido al escandinavo. Con valores zaristas no funciona, salvo que haya paz y el país se cierre lo suficiente. A los globalistas no les gustará, a más de un moscovita tampoco, y los "valores morales tradicionales", sin son los decretados, no son tomados muy en serio por una parte de la sociedad rusa que a lo sumo los entiende como hacer negocio reciclando desigualdades de todo tipo para dominar, como es lo propio de gran parte del Sur, en lo nacional-popular. Si te choca, te checa (da click en el botón de reproducción).

































































YO NO ME LLAMO JAVIER

 No es muy fácil saber qué es el "pueblo", aunque en él resida la soberanía, al decir de diversas Cons tituciones, la estadounide...