Estados Unidos es un país en decadencia, algo que se menciona desde los '70, a raíz de la derrota en Vietnam, pero se trata de una decadencia relativa, y además, no muy rápida. Estados Unidos sigue siendo una potencia monetaria, financiera, tecnológica, agrícola e incluso petrolera, aunque al mismo tiempo se basa, desde la supresión del patrón oro-dólar en 1971, en la succión de excedentes de otros países, lo que le permite a los estadounidenses no "apretarse el cinturón", es decir, vivir por encima de sus medios, lo que se refleja en que se trata de un país volcado al consumo (a diferencia de China, donde los hogares ahorran,), incluso con gran parte de la población viviendo al día. Mantener esta situación supone bastante inercia, y que no surjan competidores de peligro: Estados Unidos paró a Japón en los '80, trata de hacerlo ahora con China, al menos en la perspectiva del presidente electo Donald J. Trump, y llega a hacerlo en parte con la UE, a la que se le impide como sea aliarse con Rusia, que es la pesadilla Demócrata, por lo que el conflicto en Ucrania ha estado dirigido también, en cierta medida, contra Alemania. Después de todo, en la decadencia relativa del dólar, el lugar lo ha tomado el euro. Un país que busca salirse de la órbita del dólar para entrar en la del euro corre riesgos, como le ocurrió al Irak de Sadam Huseín. Y al Panamá de Manuel Antonio Noriega le costó una invasión acercarse mucho a Japón. Así, pese a la unidad de fondo en la Tríada (Estados Unidos, UE, Japón), llegan a existir rivalidades, aún con un entrelazamiento económico muy fuerte que hace de Estados Unidos el primer receptor de inversiones extranjeras en el mundo. Al mismo tiempo, Estados Unidos conserva cierto aparato económico endógeno y no es tan dependiente del comercio exterior, que representa un 25 % del producto interno bruto. El problema del aparato productivo estadounidense, sobre todo industrial, está, además de en la competencia de la UE y Japón, en la deslocalización de empresas hacia el exterior, que es en parte lo que quiere frenar Trump. Contradictoriamente, Estados Unidos guarda un aparato económico interno, con algunos puntos fuertes (la pugna con China es en gran medida por la tecnología), pero sostenido al mismo tiempo en la estafa del dólar. A juicio de alguien como Nikolai Pátrushev, persona de seguridad clave en el gobierno ruso de Vladimir Putin, lo dicho hace de Estados Unidos un ""imperio parasitario".- Parte de la estafa está en sostener en Estados Unidos una gigantesca deuda nacional imprimiendo dinero propio, entiéndase que haciendo pasar lo propio por "mundial". En cierto modo, es un callejón sin salida que se presta a la putrefacción: no pocos se mantienen amarrados a Estados Unidos porque no quieren que se caiga el "comprador de última instancia", porque se caerían con él, y estrepitosamente. No es muy fácil saber qué puede derivar de una situación así, salvo en lo que toca a los rasgos de una larga descomposición social. Más allá de ésto, Pátrushev (""El colapso de los imperios parásitos") cree en lo "nacional-popular", deriva del sovietismo.
China es mucho más dependiente del exterior que Estados Unidos (37 % del PIB), y el segundo receptor de inversión extranjera directa en el mundo. En China, el sector privado aporta 60 % del PIB, 70 % de la inversión tecnológica y 80 % del empleo urbano, además del 90 % de la creación de nuevos empleos. En la manufactura, las empresas privadas representan 96 % del total, y el 94 % en investigación científica-tecnológica. El número de compañías privadas (dejando de lado los "negocios autónomos") es alto. Una importante diferencia con Estados Unidos es que la economía china no está financierizada ni es consumista. Sin embargo, parte del interés por "la nación comercial más grande del mundo" consiste en el atractivo para la inversión extranjera y de millones de potenciales consumidores: ¿China conquista el mundo, o está siendo económicamente conquistada? El problema está en saber si China tiene realmente un aparato económico propio, más allá de dos supuestos: la ayuda estatal al sector privado y el hecho de que China se haya vuelto el segundo inversor directo en el mundo. Lo que algunos estudios -cubanos, por ejemplo- han establecido es que hay una fuerte relación entre inversión extranjera directa y crecimiento del PIB, al mismo tiempo que entre dicha inversión y un mar de problemas internos, como los medioambientales y culturales. Además del sector manufacturero, dichas inversioners están en el inmobiliario, y detrás, en el comercio y las tecnologías de información y software. En la manufactura, la inversión extranjera está muy metida en los textiles, los juguetes y el calzado. Cierto es que también hay grandes empresas chinas presentes a nivel internacional: Tik Tok, Lenovo (el mayor fabricante internacional de computadoras), Xiaomi (sólo después de Samsung y Apple en la venta de smartphones), Tencent (el mayor fabricante de videojuegos en el mundo), Huawei (segundo mayor fabricante de teléfonos inteligentes, detrás de Samsung), y algunos más. Antes que socialista, la economía china es mixta, pero, si estudios como algunos hechos en Cuba son correctos, el aparato económico interno-endógeno chino es limitado: lo que sirve de locomotora son las inversiones extranjeras y las exportaciones, no desligadas de aquéllas, incluso con una llamativa falsificación de cuentas a través de paraísos fiscales. Las mayores empresas chinas, más allá de las mencionadas, son las típicas de un país #en vías de": están en la electricidad, el petróleo, la construcción y la banca. Algo más que apunta en el sentido de la ausencia de un aparato económico nacional fuerte e integrado es la renuencia a reorientar la economía hacia el interior, pese a la glorificación de la "clase media", y la válvula de escape a la sobreacumulación a través del exterior, si acaso funciona ((tipo "nuevas rutas de la seda", etcétera). Pese a la dependencia estadounidense del dólar, Estados Unidos tiene una economía más "autocentrada" que la de China, más allá de la subordinación Demócrata al gran capital estadounidense y de la Tríada internacionalizado. ¿El modelo para el "Sur global" es el chino de apertura desbocada al exterior y limitando el sustento propio, pedro con un Estado de gran ayuda al sector privado? Porque, si hay parasitismo, ¿dónde está el huésped? Lo peor es cierta manera del huésped de acomodarse al parásito, o si no, que se pregunte en México. Que China meta la pata "en grande" no quiere decir que haya que celebrar "lo grande".
Rusia, hoy cuarta potencia mundial, andaba en los '90 rondando la catástrofe y la desintegración, al grado que algunas provincias ya ni pasaban por Moscú, la capital, para hacer negocios con el extranjero, y que el sector petrolero clave podía caer en manos estadounidenses. La Tríada, fiel a la geopolítica de Halford McKinder, británica, de principios del siglo XX, cometió el error de fiarse a ese despunte de resquebrajamiento de la Federación Rusa, y optó por cercarla, a la espera de su "implosión" para intervenir, después de la aplicación repetida del mismo guión, fuera Irak, Yugoslavia u otros, incluyendo Libia y Afganistán, y apretando a la economía rusa con sanciones desde 2014. Desde antes, el gobierno ruso vió venir, y las sanciones no funcionaron, sino que llevaron a Rusia por un camino insospechado, pese a su persistente dependencia de los hidrocarburos. Rusia logró la autosuficiencia alimentaria, y convertirse incluso en gran exportador de algunos productos agrícolas. Salvo en la dependencia de algunos componentes y en el sector automotriz, la industria rusa se fue recuperando gracias a una vieja tradición soviética, industrial-militar y de ciencia y tecnología. >Las ventas al exterior en relación con el PIB son bajas en Rusia (21,1%). Existe además un proceso de sustitución de importaciones, y la tasa de cobertura (importaciones que pueden pagarse con lo que se exporta) es de 139 %.. Rusia está en el lugar 30 en importaciones en el mundo, no depende del dólar, tiene una de las deudas públicas más bajas del orbe, buenas reservas internacionales, y una "clase" media de tamaño parecida a la de China y superior a las de países subdesarrollados. Como el esfuerzo de defensa se lleva un 40 % del presupuesto, el reto está en utilizarlo como en Estados Unidos, para que tenga efectos positivos en la economía civil, por desarrollo científico-tecnológico. Gracias a la sustitución de importaciones, las compras al exterior representan cerca de un 15 % del PIB, puesto 19 a nivel internacional y, en volumen, lugar 171. Fuera de cierta presencia específica china (automotriz y electrónica), la economía rusa está en capacidad de tener un fuerte aparato económico interno-endógeno, no dependiente del mercado internacional, mucho menos de la Tríada, y sólo en parte, de China. Queda por resolver cierta dependencia industrial (en maquinaria, transporte y química), e ir reduciendo la dependencia de los energéticos. Rusia es así la potencia mejor posicionada para tener soberanía económica y mostrar que, para salir adelante, no es indispensable ir liquidando el país: como Rusia no compite mayormente en el mundo, no inquieta a gente como Trump, mientras sí lo hace a los Demócratas que no entienden lo que no sea atarse al "globalismo", es decir, a la libertad y el derecho del gran capital, así sea estadounidense, de desentenderse del Estado y la nación. No es que Rusia sea el "nuevo faro": pero sí es que hay que considerar si se quiere tener nación y Estado, o si se prefiere -como se suele hacer en gran parte del "Sur global", de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) y en parte en China- hablar de soberanía "como un decir", hoy que mucho pues "es un decir" (da click en el botón de reproducción).