MM ("Caudillismos y cesarismos en la coyuntura latinoamericana y mexicana") tiene razón: ¿qué se discute en América Latina? No la suerte de clases ni de movimientos populares, sino que si Lula vuelve, que si Fidel recibió a Maduro, que si Evo repite o no repite, que Mujica habla bonito, que si Cristina hizo bien o hizo mal, que si Daniel Ortega (el marido de Rosario Murillo) es o no conservador, que por qué Correa "nos deja"...
"Es lamentable, considera MM, que la disputa en curso a raíz de la crisis de la hegemonía progresista se juegue en términos de la suerte que corran los dioses en turno cuando detrás de su investidura estuvieron luchas y movimientos antineoliberales extensos y prolongados, impulsados por aquellas clases subalternas que no sólo hoy, sino desde el inicio de los gobiernos progresistas estuvieron en segundo plano".
"Aún más lamentable es que la polarización en curso tienda a paralizar el ejercicio de la crítica y la autocrítica, ya sea bajo el formato de la autocensura o bajo la presión del chantaje que sentencia que todos aquellos izquierdistas que no se sumen disciplinadamente a la defensa de los héroes en apuros de las patrias latinoamericanas terminan siendo vendepatrias, cómplices o aliados de la alianza de derechas nacionales e imperiales restauradoras".
Bueno, no es exactamente así: ni siquiera el héroe de turno importa mayormente, sino estar en "su entorno", "su cercanía", entre los que "influyen" (así sea desde columnas de opinión, que si Evo repite o que si Lula sale avante), en primera fila, no en el palco ni en la oscuridad de la última fila, sino en el aplauso a rabiar y en la citación oportuna, por si en la función (no en ningún proceso), al principio o al final, el homenajeado y elevado a dios lanza a los espectadores algo que puedan seguir "agarrando", aunque sean globitos con agua, si bien son preferibles las invitaciones a colaborar de "asesor" y de "eminencia gris" tras bambalinas. Cuando es lo que se busca, nadie se pone a ponchar/pinchar los dichosos globitos (¿para qué mojarse?) ni a darse un tiro en el pié con una crítica al jefe que aleje la prebenda. Se llamarían "bufones de la corte" si no fuera por el histronismo deplorable de los halagados, en particular Fidel, Ortega, Mujica, Lula y Cristina (hasta que saquen a bailar a Dilma, si hay todavía alguna oportunidad y no se detiene el baile). Parte de la gracia, por lo demás, está en llamar al dios por su nombre y sin apellido, como si todos -menos los outsiders criticones- hubiéramos estudiado en el mismo colegio de secundaria y seducido a las mismas maestras levantándoles la misma falda. Es lo que se conoce en la escuela como "pandilla".
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