El vicepresidente boliviano, Alvaro García Linera, hasta última ahora no se esperaba la derrota en el referéndum para saber si el actual mandatario de Bolivia, Evo Morales, iba a poder reelegirse en pocos años. Por una parte, era probablemente un error ponerse a las reelecciones. Por otra parte, la reacción de buena parte de la sociedad boliviana, que votó por el "no", fue el resultado de un progreso que tiende cada vez más, con las nuevas tecnologías, a volver a muchos incapaces de usar por lo menos una de sus cabezas. De repente, bajo embates de medios de comunicación masiva y de las redes sociales, a Evo Morales empezaron a salirle hijos como si en vez de al sindicalismo se hubiera dedicado en el pasado a la sobreexcitación en los sembradíos del Chaparé con esas hojas de coca que evitan todo cansancio. Resultó encantador que el Marqués de Vargas Llosa celebrara los magníficos reportajes contra Evo Morales del boliviano Carlos Valverde, un antiguo neonazi de la Falange Socialista Boliviana y su brazo paramilitar. El Marqués no se había tomado la molestia de informarse y, tratando también al mandatario ecuatoriano Rafael Correa de "inefable", quedó al nivel del presentador peruano Jaime Bayly, tal vez un poco más graciosillo. En el "escándalo Gabriela Zapata", Bolivia terminó recurriendo a la sanción y Morales se mostró dispuesto a asumir la paternidad, tal vez con la condición de que no lo nombren "padre de todos los bolivianos". Cabe señalar que en los pocos escándalos de corrupción ocurridos recientemente en Bolivia, ni Morales ni García Linera protegieron a nadie, así fueran simpatizantes o miembros del oficialismo.
García Linera, a diferencia del Marqués opinólogo, acostumbra razonar y analizó, más allá de una bastante descarada intervención foránea en el manejo de las redes sociales, que la hubo, lo sucedido. Justamente gracias a las mejoras en el nivel de vida que han tenido lugar desde que Morales llegó al gobierno, se produjo un reflujo en las movilizaciones sociales que tuvo como contraparte lo que García Linera llama "estrategias individuales de reenclasamiento social" y el "desencantamiento de la acción colectiva". En el límite, una parte de la gente se puso a trepar por cuenta propia y sin referente colectivo (entre lo que García Linera llama "clases medias volátiles"), y no precisamente al Illimani. El otro problema es que los antiguos cuadros de organizaciones sociales no han sabido hacer con el Estado: llegaron a la administración pública antiguos dirigentes sindicales que, por así decirlo, se "desconectaron" de la gente. Las antiguas formas de movilización y los antiguos modos de interpretar dejaron de convocar: es sobre este atraso y esta debilidad que una oposición unida y con tecnologías de punta pudo vencer al oficialismo en el referéndum. La honesta tesis de García Linera es que la oposición no habría ganado si no hubiera errores en el oficialismo, un poco a la zaga de los cambios que él mismo impulsó..
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