En un sistema en el cual la corrupción exige hacer a un lado la dignidad, cuando se la tiene o se sabe qué es (a veces se descubre a expensas propias), un deporte frecuente consiste en hacérsela perder a quien la toma en consideración o la quiere para sí. Este es un aspecto muy tratado y descrito en la obra del escritor mexicano Enrique Serna, quien, por ejemplo en Fruta verde, sugiere, sin nombrar el problema, que hacerle perder a otro la dignidad "es la venganza del leproso que ha vivido con la cara tapada y no soporta que otros apestados puedan quedar a salvo de la condena pública. Ha hecho suyas las fobias del enemigo, y en vez de sublevarse contra una discriminación injusta, en el fondo cree merecerla: por eso le duele tanto que otros impostores quieran eludir el castigo de la autoridad". Está formulado a medias, pero quien ya "le entró" considera que "el entre" es ley universal y que es de soberbios o exigentes negarse o cuando menos fijar límites. Algo parecido está descrito en una pequeña crónica de Giros negros: "el vampireso -escribe Serna- jamás permite que los sentimientos interfieran con su trabajo. Demasiado abyecto para creer en el amor, no se conforma con exprimir a sus víctimas: necesita quitarles el honor y la dignidad, como las grandes devoradoras de hombres que interpretaron María Félix y Ninón Sevilla".
Los mecanismos en el mundo intelectual y universitario están descritos en El miedo a los animales, como los del poder en privado y sobre todo en pareja en La ternura caníbal. Seguramente la necesidad de vedettismo, con los medios de comunicación masiva, hayan contribuido a que incluso tras bambalinas haya espectáculo, si no es que el espectáculo ocurre precisamente tras bambalinas hasta hacer correr las "bolas" -con el anonimato garantizado para el montador- que buscan quitar honor y dignidad; no es algo vivido al estilo pueblerino antiguo, con puertas semi-cerradas y rostros semi-cubiertos, sino -ya soltado el rumor- con el ímpetu de un circo romano, para quien se compra un boleto con tal de ver "al colega echado a los leones" como si fuera para una sala -éso sí, VIP- en Cinépolis. Lo interesante es el resorte que pone en juego quien, habiéndose quitado la dignidad (hoy se hace como si fuera un strip-tease, puesto que hay que venderse como sea), digamos que en un peculiar harakiri, se convierte en cruzado contra los soberbios, los exigentes, los idealistas, etcétera, que se niegan a "participar": queda al lector interesado descubrir, en otra crónica de Serna ("El síndrome de Hugo Sánchez", también incluida en Giros negros), cómo funciona el "mecanismo" por el cual quien "le entró" se construye una curiosa buena reputación y un personaje cuando al mismo tiempo se supone caído al competidor, así para éste no haya habido competencia ninguna.
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sábado, 24 de septiembre de 2016
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