Todo el mundo se ha puesto a hablar bonito en este mundo. Cuando el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, habla en Washington, lo hace "en nombre de millones de colombianos que están aprendiendo a vivir sin miedo, pero sobre todo, en nombre de las nuevas generaciones a lo largo y a lo ancho de nuestro territorio, de esos niños y niñas que hoy pueden ver el futuro con más confianza: gracias, muchas gracias" (¿se han fijado? todo el mundo es inocente). ¿Quienes quieren la paz en Colombia? Bueno, pues los bebés. El mandatario estadounidense, Barack Obama, ha prometido un poco más de ayuda a Colombia con el programa "Paz Colombia". Esta iniciativa buscará consolidar la seguridad y la lucha antidrogas, la "reintegración de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) a la sociedad" (el tipo de lenguaje que se emplea para referirse a los delincuentes), y "expandir la presencia del Estado y las instituciones, sobre todo en zonas previas de conflicto", junto con ayudar (¿comprándoselas?) a las "víctimas del conflicto". A ver si, en serio, es posible lograr algo contra la droga: el cultivo de coca y la producción de cocaína han aumentado recientemente en Colombia y no parece -a diferencia de las FARC- que hayan sido objetivo principal del "Plan Colombia".
Timochenko, Rodrigo Londoño o "Timoleón Jiménez", líder de las FARC, también considera que ha llegado la hora de hablar bonito, mientras se difumina lo que se está negociando de fondo (a estas alturas tal vez sea más importante para un colombiano promedio Wagner Moura, el actor que encarna al "querido Pablo" -y no es Milanés...). "Timochenko", en un portal de izquierda y en entrevista televisada "desde algún lugar de la selva", declaró: "se nos dice que llegamos a dialogar porque estamos derrotados (...). Para el revolucionario nunca hay derrotas, por más dura y difícil que sea la situación, para un revolucionario nunca hay derrotas. Hay aplazamiento en la búsqueda del objetivo, eso es otra cosa". Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.
Exacto, compañero. Lo de Salvador Allende en 1973 en Chile (el golpe de Estado que truncó la democracia "a la izquierda") no fue una derrota, fue un "aplazamiento de objetivos". La desaparición de la Unión Soviética no fue una derrota, fue un "aplazamiento de objetivos". La caída de la república española no fue una derrota, sino un "aplazamiento de objetivos". La salida de Cristina Fernández de Kirchner del gobierno argentino no es una derrota, es un "aplazamiento de objetivos". Se entiende, como posibilidad, que las FARC, salvo que estén en inmejorable posición después de la golpiza militar recibida (sobre todo entre altos mandos), anden buscando la paz no porque estén derrotadas, sino porque, en toda lógica, están "aplazando objetivos". Ciertamente, se nota algo de éso.
O bien, si hay derrota, es que no son revolucionarios. La lógica de "Timochenko" es impecable: si estás derrotado, no eres revolucionario (!aquí es hasta la victoria, siempre!), así que mejor ni te presentes: si te presentas que sea sin sentirte derrotado, y si la vida te lanza limones, haz limonada: aplaza tus objetivos. !Hombre, quita esa cara, que en Colombia todo el mundo es inocente!!Viva la paz y que viva el amor!
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