La izquierda ha abandonado toda idea de solidaridad y, en el plano internacional, de "internacionalismo", es decir, de solidaridad con otras latitudes. En el pasado, notoriamente en México, este internacionalismo (no tenía por qué ser "proletario") era practicado sobre todo en el periodismo, algo de lo que dieron cuenta, por ejemplo, los Cuadernos del Tercer Mundo, bajo la dirección de Paulo Cannabrava Filho, y el periódico El Día, bajo la dirección de la periodista y política mexicana Socorro Díaz. Estas iniciativas se inscribían un poco en la estela de lo que había sido, en México, la creación del Centro de Estudios Económicos y Sociales del Tercer Mundo (CEESTEM). Se podía así saber no solo de América Latina, sino también de Africa (por ejemplo, la editorial mexicana Siglo XXI publicaba sobre el líder guineano Amílcar Cabral), de Asia y de la Unión Soviética, aunque esta tenía sus propios canales de difusión. Una labor similar cumplía Cuba y algo ha quedado en la visión internacional de la agencia cubana de noticias Prensa Latina.
Otras iniciativas, en cambio, son extrañas, incluso cuando Telesur informa sobre el "resto del mundo". Dos hechos confluyeron para anularlo: que México se haya encerrado en la órbita estadounidense a partir del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), por una parte, y que una porción de América Latina, fiel a una tradición de soberbia, se haya creído por otra parte que estaba a la vanguardia del "cambio de época" y que no necesitaba por lo tanto más que hablar interminablemente de sí misma y contemplarse extasiada el ombligo. Tal vez el extinto líder venezolano Hugo Chávez fue una excepción. De todos modos, América Latina no tuvo nada que decir en conflictos como los de Yugoslavia, Afganistán, Libia y Siria, por no mencionar más que cuatro.
El otro aspecto perjudicial ha sido la permeabilidad a la influencia libertaria, que se nota en Telesur, por ejemplo, incluso pese a noticias sobre el "resto del mundo". En América Latina no se informa realmente sobre la Cuba de Raúl Castro, sobre México, sobre Costa Rica, sobre Uruguay cuando no está José Pepe Mujica pero sigue gobernando el Frente Amplio o sobre Chile con Michelle Bachelet porque, como lo prueban todos estos ejemplos, importa más bien ser siempre "rebelde" (la eterna adolescencia) y, dicho sea crudamente, detestar o no hacer ningún caso de lo que sucede en las instituciones y en las posibilidades de "institucionalización"- que es lo que Raul Castro ha buscado después del personalismo fidelista. Así, lo que impera, en información y en comentaristas, es un vedettismo desenfrenado y al mismo tiempo, junto con casos de ingratitud (los exiliados en México que convertidos en grupos de presión se autohomenajean sin ver mayor cosa del país que los recibió), la indiferencia y la falta total de solidaridad -en el más puro estilo estadounidense y "neoliberal"- con el resto del mundo, salvo si hay ventaja que obtener en el "margen de maniobra".
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