El gran capital ha promovido el desprecio por el principio de realidad ("aburrido", "serio", "reprimido en el clóset", "exigente", "autoritario", "represivo") porque ha llegado a la más inaudita de las conclusiones: decir que los huelguistas contra la flexibilización laboral estorban la Eurocopa es decir que el mundo del trabajo estorba el entretenimiento y que todo un sector de la sociedad no quiere trabajo, sino entretenimiento. Esto se debe a que, para ese capital, el trabajo es un "costo", no la fuente de la riqueza (aquí ni siquiera hay ningún "neoliberalismo" porque no se reconoce el liberalismo de Adam Smith). Por ello hay que esconder al trabajo, devaluarlo, abaratarlo (como a cualquier creación verdadera), mandarlo a China.
De ahí se deduce, para quienes participan del excedente sin producir (así tengan una "ocupación" que "gestionan" para "bienestar de su familia"), que la riqueza crea riqueza (claro: ¿cuando se ha visto a un pobre crear riqueza?), es decir, que son los ricos los que crean la riqueza (!hombre!). Es el chantaje asegurado: si no te vendes (vendes tu fuerza de trabajo o tus convicciones), y además barato, aunque no falte quien se ponga su precio, y si además no compras, yo no invierto y me voy a China o a la Bolsa. Quienes no participan del mundo del trabajo, y son muchos, forman así una sociedad de eternos agradecidos con los ricos, a los que sirven pasivamente, porque solo ven que "la inversión crea riqueza" (los más chiflados creen que la crea la especulación, pero eso ya es droga dura): la crea la inversión extranjera, no el trabajo local sin el cual esa inversión no sería posible; el turismo, no los empleados locales sin cuyos servicios no habría el turismo mismo; las remesas del trabajo de otros afuera. En América Latina, por lo demás, como ya no hay casi industria nacional y prácticamente toda actividad productiva es foránea (bajo control transnacional), se cree que la riqueza "viene de afuera", como si aquí "produjera sola", y se estimula la "derrama" desde el exterior a costa de matar al huésped que se pudre. La gigantesca masa de habitantes que participa del excedente como sea cree que, entonces, el rico crea riqueza y el trabajador está de más, por lo que se le pueden recortar todos sus derechos (es un "costo social"). El resto es vivir del chantaje con el prójimo para explotar dando derechos mínimos: !si no es como yo digo, y a mi precio, no invierto en tí!. !Pero si toda oferta crea su propia demanda!
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