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lunes, 6 de junio de 2016

CDMX: ACABEMOS TAMBIEN CON EL CIVISMO

Sí, es que llega a ser rutina la caricia más divina, así que mejor salgo a la calle al sonoro rugir de mi cañón: !chinga antes de que te chinguen, descendiente de Cuauhtémoc!
      Hace unos cuatro años, el columnista de La Jornada, Alejandro Nadal, advertía sobre el fin de la República en México, y enumeraba los factores que estaban conduciendo a este desastre.
       El problema es que República es "cosa pública", pero no un "simple concepto". El civismo, según las definiciones que pueden encontrarse en la Web, no es nada más leerse el Manual de Carreño antes de ir a cafetear con las amigas y destrozar al prójimo en la maledicencia por la espalda. Civismo es también "respeto por los objetos públicos", según algunas definiciones, y "por los objetos y las instituciones públicas", según otras, que incluyen "el cumplimiento de las obligaciones que se presentan para con la comunidad a la cual se pertenece". Ciertamente, Nadal alegaba, con razón, que las élites en cierto modo habían "desertado" la República, dedicadas a enriquecerse al vapor, con desprecio por el mundo del trabajo (incluso con el habitual racismo), convirtiendo las instituciones en mero aparato de dominación y el poder legislativo en un espacio de componendas y negociaciones turbias. Agregaba el autor, como reacción, el desencanto popular.
      Con todo, hay algo más: el civismo es para ciudadanos, no para consumidores. Que se sepa, el consumidor, con su principio de placer y ninguno de realidad, "cliente-rey", no tiene absolutamente ninguna obligación de comprarse todo lo que le vendan. Decide en función de "preferencias" y es igualmente cierto que, por momentos, la política pareciera haberse reducido a "mercadeo". Sin embargo, hay algo en el inglés estadounidense muy desagradable: frente a un argumento, un estadounidense responde "lo compro" o "no lo compro" (i buy it, i don't buy it). Pareciera que por deseo mimético una parte de la sociedad mexicana ha decidido comportarse "económicamente" (lo que en español suele querer decir "de manera barata", por cierto), como sucede en Estados Unidos, que NO es una República. Todo debe "ser económico", por lo que el dizque ciudadano -que en realidad ya no es más que un negociante/marchante dedicado al regateo en todas las esferas de la vida- se pone un precio al que "deben llegarle los políticos", quienes, a su vez, pasan el tiempo ofertando a la supuesta "sociedad civil" su dime-lo-que-quiero-oír ("contigo lo haremos mejor", etcétera). Por este motivo también está cayendo la política en la demagogia: por satisfacer el principio de placer-consumo de una sociedad que, sin saber lo que es "trabajo socialmente útil", no piensa en llevársela más que "sin comprarse ninguna bronca", mientras México es el país que tiene -para quienes trabajan de verdad- las jornadas laborales más estresantes de toda América Latina (para eso están los aborígenes, ¿ves?). Para el mundo del trabajo, obligaciones sin derechos. Para la inmensa clase media que se reparte un gigantesco excedente fuera del principio de realidad (el verdadero trabajo), todos los derechos sin obligaciones, el incivismo con la unidad familiar por delante - pues sí, "la prole". Eso es lo que ofertaron casi todos, incluyendo el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Si en realidad hubiera ciudadanos, hubieran votado nulo si no les gustaba el jefe de gobierno Miguel Angel Mancera, por lo demás ni independiente ni afiliado a un partido. Sin República no hay ciudadanos ni civismo, salvo que el ciudadano se defina de otro modo: como propietario-consumidor, además, como lo hace Morena, ahí donde el espacio público es "comunitario", una especie de gran ejido, eso sí enajenable, y no el respeto del espacio privado del otro en el mismo espacio público (!hombre, lo tuyo es mío!).
     Ahí está el "homo esmoguis" altiplánico en la calle, en el tránsito, en el transporte público, con excepciones populares: los dueños de la ciudad somos nosotros y todo, hasta lo ajeno, nos pertenece. Que los constituyentes hagan lo que quieran. Nos "vale". !Que oferten mejor!  Nos vendemos caro y queremos consumir barato. Así está la sociedad civil.

FANÁTICAMENTE MODERADOS

 En varios países de América Latina, la izquierda, que tiende más bien a ubicarse en el centro-izquierda (del que no queda excluida Venezuel...