Grandiosa lección cívica, la de las elecciones mexicanas recientes para gubernaturas y Asamblea Constituyente de la Ciudad de México: ¿no queremos corrupción? No, el asunto es otro. Queremos volver a los tiempos gloriosos del narcomoney, porque desde que está el partido de siempre, no alcanza. Que Acción Nacional sea campeón de la doble moral y más corrupto que el oficial Partido Revolucionario Institucional (PRI) es algo que no importa mientras estemos en placeres del oro. La izquierda escogió muy erradamente como blanco al PRI sobre la base de un "antiautoritarismo" que reivindica el derecho a un mercado sin ningún "dirigismo" ni, sobre todo, autoridad, con el agravante de que el partido oficial la ha ido perdiendo.
Agustín Basave, líder del Partido de la Revolución Democrática (PRD), decidió aliarse con una derecha que en doce años en el poder, además de estar aliada con lo peor del partido oficial (Acción Nacional no es ajeno al seductor de la patria), demostró no tener idea siquiera de un mínimo de protocolo, saqueó en grande y liquidó lo poco que quedaba de civismo, multiplicando nuevos ricos al ritmo de banda y narcocorrido. El grupo del seductor de la patria juega alternativamente a dos semáforos, el de la izquierda "libertaria" y el del conservadurismo de doble moral, con tal de destruir frívolamente toda "represión" del pasado.
Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es, un poco parafraseando a José Valenzuela Feijoó, un cura, sino de Chiripungato, sí de Chingapeo: "ser de izquierda, ha afirmado, no es levantar el puño de esa mano y leer a Carlos Marx, sino ser buena persona. Si no sientes el sufrimiento del prójimo y de los que necesitan apoyo, de qué sirve ser de izquierda. Hay que tener amor al pueblo para serlo". Exacto, señor cura (y no haga nada con ésa mano): "no lean, no lean, que por ahí se nos llega Lucifer". AMLO -con un discurso de nivel cada vez más cercano a Vicente Fox, otro mártir de la ignorancia más supina- está ocupado excomulgando hermanos que no están mejor que él, puesto que lo han acusado, a él que es todo amor, de ser "como Hitler, que se va a quedar solo". Otro Hitler. Bueno, pues otro Hitler.
Las recientes elecciones no muestran ninguna democracia, sino la persistente atomización del país en medio de la desorganización total.
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