El sexenio pasado, como parte de una campaña orientada a demoler toda institucionalidad, se echó bastante tierra sobre el periodo revolucionario mexicano de los años '20, por lo demás mal conocido.
Matilde Urióstegui, por ejemplo, se estaba volviendo más loca que una cabra al buscar sacarle a la biografía del general, delante de su nieto, lo del "espiritismo". Es cierto que el Jefe Máximo se dedicó al espiritismo, como jugaba a las cartas y como fue alguna vez a una cura con el Niño Fidencio. ¿Era un "espiritual" de clóset que se arrepentía de haber perseguido a los cristeros? La Urióstegui parece olvidar que el gran espiritista revolucionario, desde tiempos de sus estudios en Francia, fue ni más ni menos que Francisco I. Madero, sin que hasta ahora haya salido una sola línea para molestar por el asunto.
El puerquito autor de El jefe máximo lo quiso retratar como alguien "muy rencoroso" y para ello se valió el autor hasta de mentiras que fueron denunciadas por parientes del general, pero silenciadas por el Obispo de Copilco. Resulta que el revolucionario mataba fieles "porque papá no lo había querido" y porque casi "no conoció a mamá", para lo cual, en vez de presidencia, hubiera sido preferible un diván.
El remate vino con el premio a la casa Meyer & Meyer y la reivindicación de los cristeros. El "tesoro viviente" Yann Meyé ha contado una historia sesgada que se descubre de inmediato: es uno de los inventores del cuento de la "dinastía de los sonorenses" (sic) que no pudo haber existido, puesto que los apellidos del general, el de Obregón y el de De la Huerta no son los mismos (¿no podía el "tesoro viviente" enterarse de lo que significa la palabra "dinastía"?). Haberle entregado a Yann Meyé la historia mexicana de los años '20 es un muy grave error que se llama "poner la Iglesia en manos de Lutero", y por cierto que Meyé da versiones distintas en Francia y en México de la Historia mexicana como de las vicisitudes de la trayectoria personal. Aquí ya es tótem, lo demás es tabú.
El resultado es la gigantesca vuelta hacia atrás que, para colmo, pareciera festejar un portal como el ruso Sputnik Mundo, que está tan perdido como Russia Today sobre México. Sputnik reprodujo en estos días un editorial ("Reformas, un barco que hace agua") del órgano oficial ("Desde la Fe") de la Arquidiócesis Primada de México. Ahora resulta que la Iglesia se mete abiertamente en política para demoler al gobierno de turno y, lo mismo, no hay quien se inmute. Es como si el partido oficial fuera a discutir los enroques en su dirigencia -con o sin palomeos- en el Cerro del Cubilete, pero lo que en el segundo caso es un sacrilegio (ciertamente, sería una falta de respeto), en el primero es seguramente un derecho más de los miles de derechos de "la sociedad". El asunto nunca fue personal, exactamente por las mismas razones por las cuales el Jefe Máximo no construyó instituciones para hacerse un monumento a sí mismo, ni le cerró el camino a la Iglesia en política por cesarismo o porque "se estuviera proyectando"..
Sin una solución de institucionalidad a la vuelta de un par de años, a México le vuelve esperar la larga noche.
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