En caso de una hipotética agresión nuclear, Rusia parece tener la capacidad de resistirla y ha estado haciendo pruebas de advertencia a la población de las grandes ciudades rusas -mediante la televisión- para encontrar refugios seguros.
El espacio aéreo ruso está sellado con sistemas antimisiles S 500 para repeler la agresión. Nada indica que Rusia vaya a devolver automáticamente la agresión, si tuviera lugar, ni hacia Europa ni hacia Estados Unidos, ni siquiera pese a la advertencia de colocar armas nucleares en el enclave de Kaliningrado. Sin embargo, la Federación Rusa ha seguido desarrollando armas que pueden tener un efecto letal en Estados Unidos (destruyendo por ejemplo todo la costa Este): es el caso del "Satán 2" o Sarmat (RS-28 Sarmat), un misil que tiene la cabeza nuclear más potente y mortal del planeta (mil veces más que la bomba nuclear sobre Hiroshima), que estaría sin embargo listo hasta el 2018.
El tipo de provocación que Occidente -bajo el empuje de medios de comunicación masiva que creen que es un simple espectáculo y de políticos irresponsables- puede armar contra la Federación Rusa no está claro, aunque puede seguir el guión de las agresiones que han tenido lugar contra distintos países desde 1989 hasta la fecha. Llama la atención que la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) haya decidido bruscamente aumentar las tropas (para una Fuerza de Reacción Rápida) en Europa Oriental -en las fronteras con Rusia- de cuatro mil a 40 mil como máximo (30 mil como mínimo, según lo anunciara el secretario general de la organización militar, Jens Stoltenberg).
Una cosa debiera quedar clara. Como lo explicara hace algún tiempo Roman Garev en el portal Agoravox, Rusia no tiene ninguna política expansionista: su doctrina militar es defensiva, lo que busca en materia económica es la soberanía y en materia informativa critica los planes occidentales, pero tampoco demasiado, agreguemos, al capitalismo. Como dice el dicho, "los rusos no comienzan las guerras; las terminan".
Una de las consecuencias de un error de cálculo occidental consistiría en un fallido ataque (cualquiera sea su forma) contra Rusia que "rebotaría" dejando a Occidente ante su impotencia y atónito, pero sin que ello garantice -más allá de cierta constatación de que algunas potencias son criminales- revertir una tendencia general a la decadencia. No existe el "ahí vienen los rusos" (the russians are coming), sino únicamente una posibilidad (la otra sería la victoria del candidato denostado en Estados Unidos) de que el imperialismo (no el capitalismo) toque a su fin. No está de más recordar que actualmente el mundo es muchísimo más pacífico que en el siglo XX y que el número de conflictos bélicos está limitado al mínimo (Siria-Iraq, Yemen, en particular); los conflictos existentes y latentes están todos, desde la década de los '90 (salvo en el Africa de los Grandes Lagos), causados por el imperialismo de Estados Unidos. Bien pudiera ser que Estados Unidos y sus aliados estén malgastando como nuevos ricos -a quienes representa la familia Orwell- el "capital" de la victoria en la Guerra Fría (creyendo "hacer época" en una "ausencia de época"), según lo dijo el mandatario ruso, Vladimir Putin, en el discurso ante el Club Valdai en 2014. "Así se comportan los nuevos ricos que se hicieron de repente con una enorme riqueza", afirmó Putin.
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