Las directrices de guerra psicológica contra la Unión Soviética trazadas desde los años '50 buscaban dar una imagen idealizada de Occidente, y lo consiguieron. Dicho sea de paso, fue directriz explícita dividir al comunismo internacional. La directiva 50 del Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos proyectaba desde muy temprano la aparición de comunistas "reformistas". El 10 de abril de 1951 se creó así en las altas esferas de inteligencia el documento "Ofensiva psicológica contra la URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas). Objetivos y tareas", texto que fue secreto hasta 1976. La clave era esta frase: "es preciso ampliar la distancia que existe entre el pueblo soviético y sus gobernantes".
A mediados de los '80, al llegar al liderazgo soviético, Yuri Andropov declaraba: "no conocemos la sociedad en que vivimos". Occidente ya había ganado y desde entonces, si no es que desde antes, un soviético "en confianza" (con vodka o con guitarra) era el primero en vilipendiar a sus gobernantes. La brecha entre gobernantes y gobernados se abrió y existe, acentuada, hasta hoy: una parte de quienes gobiernan (en particular en torno a Rusia Unida, el oficialismo) está corrompida y una parte de la población aspira, vaya, a que la corrupción de todo -la de Occidente incluida- alcance para todos, por lo que critica de modo perverso y no recto a los "poquitos" -no son tan minoritarios- que se embolsan mucho de lo que hay. Simplemente, una parte no desdeñable de la Federación Rusa funciona a semejanza de Occidente.
Andropov ya había denunciado desde una reunión oficial (pleno del Comité Central del partido único) del 27 de abril de 1973 los planes de la CIA (Central de Inteligencia Americana) para descomponer el sistema soviético con toda una agenda política que pusiera por delante la "democracia" y la "libertad". El 24 de enero de 1977, Andropov volvió a informar al Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) sobre los planes de la CIA para ganar influencia "entre los ciudadanos soviéticos". La victoria no fue entre los disidentes, que como Alexander Zinoviev o incluso Alexander Solzhenitsin conocían Occidente y sus problemas. La victoria fue, precisamente y en términos de valores, "entre los ciudadanos soviéticos", por razones a la vez internas y externas. Es probable que hoy que las cosas han cambiado por el cerco contra Rusia, los mismos estadounidenses sepan que ya no son bienvenidos en ese país, que necesita la paz para resolver sus graves problemas internos. Por cierto, más de un líder occidental podría decir, sin temor a equivocarse: "no conocemos la sociedad en que vivimos". Pero el interés de personas como la generala Orwell es otro: hacer creer, y creerse -aquí está el peligro más grande- que Occidente está, por su "victoria", en el derecho de saber mejor que los rusos (y que todos en el mundo) lo que es bueno para los propios rusos, como una madre (así sea estilo Grosse Bertha, la artillería alemana de la primera Guerra Mundial) sabe mejor que su bebé lo que éste necesita. Queda que en materia de política exterior es mayoritaria en Rusia la población que ni se chupa el dedo ni está pidiendo mamilas (digamos que a diferencia bastante notoria de la infantilización que está exigiendo en Occidente la infantería "ligera" y "pesada" de la generala).
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