Cuando Boris Yeltsin llegó a la presidencia rusa, fue obligado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el "Consenso de Washington" a "privatizar" el Banco Estatal de Rusia, convertido por enmienda constitucional en Banco Central de Rusia, al mismo título que la Reserva Federal estadounidense o el Banco Central Europeo. Desde entonces, el Banco Central de Rusia ha tenido como objetivos, siempre monetaristas, controlar la inflación y estabilizar el rublo. Por lo demás, el rublo está ligado...al dólar estadounidense. No hay necesidad de intervenir si Rusia participa así del drenaje de tributo a la economía estadounidense y se siguen ofreciendo por lo demás empresas para privatizar por inercia.
En la actualidad, estos tecnócratas siguen controlando la política económica rusa y frenando la recuperación, siguiendo la línea del antiguo Ministro de Finanzas Alexei Kudrin, cuya receta de siempre ha sido "reducir el déficit presupuestario". Si se juntan las medidas que toman las autoridades monetarias rusas, no se ha salido de los años '90 y la fórmula Gaidar-Harvard (por Yegor Gaidar, Ministro de Economía bajo Yeltsin que comenzó con las "terapias de choque"); la gobernadora del Banco Central de Rusia, Elvira Nabiullina, está obsesionada con lo mismo: mantener un rublo estable y controlar la inflación. Y podría ser que de seguir así las cosas la recuperación no esté asegurada, ni la reducción de desigualdades entre una población que necesita estar unida frente al exterior (y la votación de 54 % para el oficialismo de Rusia Unida en las elecciones parlamentarias recientes muestra a una sociedad dividida).
Kudrin fue favorecido un tiempo por el actual mandatario ruso Vladimir Putin, pero seguir con "terapias de choque" es arriesgado. Kudrin tenía el apoyo del Ministro de Finanzas Anton Siluanov y del Ministro de Economía Alexei Ilyukayev. Este grupo sigue demandando un menor papel del Estado en la economía con la privatización de ferrocarriles y empresas como Gazprom, incluso.
Elvira Nabiullina ha mantenido tasas de interés que, junto con matar la inflación (y estabilizar el rublo), matan toda posibilidad de recuperación estable y sólida.
De por medio está lo que algunos consideran -es el caso del portal Nakanune.ru- "anafabetismo económico" del primer ministro Dmitri Medvedev, el líder de Rusia Unida. ¿Por qué sigue Rusia las recetas del "Consenso de Washington"? Rusia ya pagó sus créditos con el FMI y tiene uno de los porcentajes de deuda estatal más bajos del planeta: 17 % del producto nacional bruto, contra 104 % de Estados Unidos (!), 90 % de la eurozona y 229 % (!) de Japón. Con tal de bajar la inflación de 8% a 4 %, Rusia, con una economía en más de un aspecto saneada, se comporta como Grecia o como un país africano, hasta llegar, si siguiera así, a la burla sobre el monetarismo: "la operación fue un éxito, pero el paciente murió". Todo esto ha ido acompañado de presiones sobre la edad de jubilación, recortes en salud y educación, etcétera, que seguramente recuerdan la frase de James A. Garfield: "dame la oportunidad de manejar el dinero del país, y no me importa quién y qué hacen las leyes en este país". Hasta aquí, bajo presión exterior, Rusia no sale del atolladero, la "ocupación financiera".
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