Una de las ventajas que presenta Immanuel 2 ante los latinoamericanistas es la de ser de izquierda sin ser marxista. Así que, al parecer, al científico neoyorquino -otra ventaja, ya que no es "eurocentrista"- se le permite decir incluso cosas absurdas.
Recientemente, en otro de sus "artículos-jugada" (Immanuel 2 no analiza, "hace jugadas" con probabilidades), el científico social afirmó: "Brasil es una potencia importante -en términos de tamaño, población e influencia". Pudo omitir lo de la "influencia", que no se nota a escala mundial (mucho menos con la mandataria Dilma Rousseff) y quedarse con "tamaño" y "población", solo que estas cosas también las tiene el Congo.
"Brasil -escribió Immanuel 2- se volvió la principal fuerza en intentar (en la primera década del siglo XXI) construir una unidad de América Latina y el Caribe independiente de Estados Unidos y de las estructuras que éste ha construido para controlar América Latina". Es falso. ¿Alguien le oyó alguna vez a Lula o a Rousseff alguna invectiva contra Estados Unidos o la alabanza de alguna iniciativa específicamente latinoamericana? Lo que Immanuel 2 le atribuye a Brasil fue iniciativa venezolana -del extinto Hugo Chávez, y que no prosperó, entre otras cosas por la indiferencia de Brasilia- y, en casos como el de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), de Cuba. Dice Immanuel 2 que Brasil fue "campeón de la autonomía de América Latina". Digamos que no se notó demasiado, ni siquiera, contra lo que dice el neoyorquino, en la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), cuya sede está en Quito, capital ecuatoriana (y con el Parlamento en Cochabamba, ciudad de Bolivia). No hubo muchos -menos en Brasil- que se tomaran en serio la integración latinoamericana, ni en chiste (cuando la proponía Chávez) ni en serio (cuando el mandatario ecuatoriano Rafael Correa defendió la integración con actos). La grandeza de Brasil seguramente sea idea recurrente de quienes por "tamaño" se sienten herederos del país de Pedro II (Brasil dejó de ser imperio en 1889), como a veces en México otros pierden el sentido de la medida creyendo en una grandeza al estilo de la que con esplendor buscaba Agustín de Iturbide (tuvo que irse muy pronto, a diferencia de más de medio siglo imperial de Pedro II).
Que hay una "contraofensiva de la derecha" de Brasil es también relativo, aunque sea porque Rousseff no ganó con mucho más de la mitad de los votos (cerca del 51 %) y ni ella ni Lula contradicen demasiado a los grandes intereses del agronegocio y financieros (locales y extranjeros) ni a la gran potencia occidental. Lo ha reconocido el Emir del Saber: ha habido a lo sumo una que otra política neokeynesiana, pero no hay revolución ninguna ni reformas de envergadura. Entre los contrincantes de Rousseff -a quien tuvo que llegar a salvar el gran demagogo, Lula- estuvieron Marina Silva (Partido Socialista Brasileño) y Aecio Neves (Partido de la Social Democracia Brasileña). No son cinco gatos pro-dictadura fotografiados en alguna calle de Brasil por tal o cual periódico amarillista que van a tumbar a Rousseff. Ciertamente, desde un ángulo de izquierda es preferible un gobierno petista, pero también resulta pasmoso ver a grupos como el Movimiento de los Sin Tierra obligados -como lo estuvieron a partir de la Revolución Cubana tantos otros- a realizar alianzas incondicionales con quien ni los ve ni los oye, salvo en coyunturas electorales: el resto del tiempo, políticos como por ejemplo Delcidio Amaral, jefe del Partido de los Trabajadores (PT) en el Senado, están más ocupados en "meterle mano" al presupuesto de Petrobrás que en cualquier otra cosa, porque en Brasil, como en el resto de América Latina, se hace fortuna desde arriba, nunca desde abajo (dada la estructura económica), aunque Lula sea la pantalla para creerse -él parece creérselo- que "cualquiera puede" -no falta gente cercana a Lula que efectivamente lo cree y que si la ocasión se presenta, lo practica para beneficio propio. Al cabo de tanto "gobierno de los trabajadores" ( con una ayudadita del Partido Movimiento Democrático Brasileño, conocido simpáticamente como "partido atrápalotodo"), con 20 % de la Camara y 10 % del Senado bajo investigación por corrupción, en Brasil las cosas siguen decidiéndose -y en este punto tiene razón Immanuel 2 al referirse a la frecuencia de los "virajes" en la política brasileña- simplemente en alianzas "mudables" desde arriba. Es un corrupto como Eduardo Cunha quien quisiera juzgar a Rousseff por corrupción. Política "desde abajo" no la hay desde hace mucho tiempo, cuando cambió la estructura interna del PT, y lo que se hace "en grande" no es para beneficio de las mayorías. Lo peor ocurre cuando, como en los anuncios publicitarios, "todos quieren" y los medios les hacen creer que "todos pueden". Parece un arribismo "en grande". Y tal vez lo sea.
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viernes, 4 de diciembre de 2015
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