Dos cosas, precisadas de entrada: la oligarquía venezolana nunca ha sido ejemplo de civilidad aunque lo sea de "civilismo", y es por esa oligarquía que la tradición democrática en Venezuela es endeble, desde Juan Vicente Gómez, quien gobernó varias décadas de las primeras del siglo XX, hasta Marcos Pérez Jiménez, que estuvo por ahí en los años '50 con el eterno sueño de muchos en América Latina: el de cierta modernidad con mano dura al mismo tiempo. Algo vió el historiador mexicano Enrique Krauze en El poder y el delirio cuando alabó a Rómulo Betancourt, considerado "padre de la democracia venezolana" (curiosamente, Betancourt fue miembro del Buró Político del Partido Comunista Costarricense). Unicamente a Fidel Castro se le ocurrió armarle una guerrilla (Fuerzas Armadas de Liberación Nacional) a Betancourt.
Segunda cosa: la oligarquía venezolana, como muchas otras de la región, nunca ha podido sola. En los últimos años, organizaciones no gubernamentales y fundaciones estadounidenses (del tipo NED -National Endowment for Democracy y USAID-Agencia estadounidense de Desarrollo Internacional) han inundado de dólares a la oposición oligárquica y a las redes sociales en Venezuela para que se pasen el tiempo "exigiendo rendición de cuentas", "empoderando a la sociedad civil", "defendiendo los derechos humanos" y asuntos revolucionarios "de color" por el estilo, a los que el presidente de la Asamblea, Diosdado Cabello, piensa contestar con "amor, esperanza, dignidad"y tal vez hasta con "felicidad".
El problema es éste: si no hay tradición democrática sólida en Venezuela, ¿Por qué tendría que haberla en el "chavismo" y más de manera automática, sin educación ni ejemplo? Es más probable que no la tenga, esa tradición, al menos no muy firme.
Veamos. En la entrega de reconocimientos por el Dia del Periodista 2015 en el Palacio de Miraflores, el discurso le correspondió al leal José Vicente Rangel (el premiado, experimentado veterano contra las dictaduras y hombre de izquierda socialista/comunista), quien le pidió a Nicolás Maduro, mandatario venezolano, "abrirse al país real" (!). Rangel pidió resultados, y es que en verdad el gobierno de Maduro hace cosas por lo menos inexplicables, como multiplicar las palabras y restar las acciones eficaces. El periodista laureado le recomendó a Maduro:
-es tiempo de resultados en la batalla contra la guerra económica, con diligencia y eficacia frente al desabasto y la inflación.
-debe abrirse el gobierno a la participación de venezolanos capaces, honestos y preparados
-en el problema de la inseguridad los resultados son muy magros y la colectividad está desesperada. Deben reorganizarse los organismos policíales y de seguridad del Estado
-la burocracia está arruinando iniciativas y proyectos y puede impedir todo avance del proceso
-se intensifica la lucha a fondo contra la corrupción, elemento que impide y amenaza los cambios necesarios en Venezuela.
Que no haya resultados reales, duraderos en estos terrenos no es cosa de "ofensiva de la derecha". Lo es de ineptitud para garantizar un "piso democrático" mínimo -mientras se le ha permitido inexplicablemente a la oligarquía toda suerte de excesos- y en particular un buen funcionariado público, por lo general inexistente en América Latina.
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