Manuel Antonio Noriega., el último líder militar panameño y que como tal pidió hace poco "perdón", dejó escritas desde 1997 sus memorias, publicadas en inglés en Random House New York (America's prisoner). El ataque estadounidense contra Panamá en diciembre de 1989 no tuvo mucho de valiente, dada la disparidad de fuerzas entre los rivales, pero Noriega llegó a hacerse una pregunta más: el entonces presidente estadounidense, George Bush padre, parece haber tenido antecedentes de cobardía ya que, habiendo sido aviador naval, nunca quiso ahondar en una acusación en su contra, la de haber cometido un crimen de guerra al ametrallar un bote salvavidas japonés (con gente desarmada) durante la segunda Guerra Mundial-
Noriega asegura haber buscado cómo volar a Chiriquí (al norte de Panamá, en la frontera con Costa Rica), la noche de la invasión, para organizar la resistencia, pero el cerco cerca de Tocumén llevó al militar a refugiarse finalmente no en casa de ninguna amante, sino en la de la política Balbina Herrera (ausente para ese momento), en el barrio popular de San Miguelito, hasta caer en la trampa de la Nunciatura Apostólica. Dentro de los datos interesantes de las memorias, Noriega afirma que Omar Torrijos murió en lo que fue establecido por expertos panameños e internacionales-incluyendo gente afín a Torrijos- como un accidente de aviación, aunque hasta hoy siga existiendo la sombra de la duda sobre el hecho.
Lo cierto es que, mientras estuvo Noriega en el poder, no hubo dictadura en Panamá, ni formal ni real. El principal hecho de represión que se le ha querido atribuir a Noriega no se sostuvo: un tribunal de Chiriquí, en 1993 (con Guillermo Endara en la presidencia, el hombre colocado por la invasión estadounidense), no encontró nada contra el líder militar ni su hombre cercano en la provincia, mayor Luis Córdoba, en el asesinato del "opositor" Hugo Spadáfora, quien pudo haber muerto en un delito común (cuyo culpable confeso fue un indio guaymí, "Bruce Lee" Francisco Eliézer González). En los '80, sobre este caso, el coronel Roberto Díaz Herrera (nombrado embajador durante el periodo presidencial de Martín Torrijos y durante mucho tiempo refugiado en brazos del venezolano Carlos Andrés Pérez) estuvo mintiendo. El otro acto de represión, el "ataque" contra el opositor Guillermo Billy Ford en el parque Santa Ana de la capital panameña (cuando se difundió al mundo la imagen de Ford con la guayabera ensangrentada), fue probablemente una provocación de soldados estadounidenses de civil, puertorriqueños de origen (para confundirse mejor entre los panameños).
Noriega lo dice en todo momento: como jefe militar y de inteligencia (desde los '70), colaboró estrechamente con la Central de Inteligencia America (CIA) y con la DEA (Drug Enforcement Administration), aunque sin ser parte de ninguna de estas agencias, y ayudando en contactos con Cuba y contra el tráfico de droga. El general Frederick Woerner, jefe del Comando Sur en Panamá en 1989, llegó a declarar no haber visto nunca la menor evidencia de que Noriega estuviera implicado en el narcotráfico. En cambio, Endara y Ford formaron parte durante años de las directivas de bancos involucrados en el lavado de dinero del narcotráfico colombiano.
Oscar Arias, ex presidente costarricense (del Partido Liberación Nacional) y Premio Nobel de la Paz, está retratado también como otro campeón de la deslealtad: habiendo recibido incluso dinero panameño para llegar a ser mandatario, cuando lo fue sirvió los intereses estadounidenses, convirtió a la neutral Costa Rica en centro de contrainteligencia -incluida la practicada contra Panamá- y de apoyo a la "contra" nicaraguense.
El precio de no considerar y cotejar este tipo de testimonios ha sido, para Panamá, el de tener una percepción errónea de la historia propia y de las fuerzas en juego (Peter Eisner, el coautor, las precisa en el libro de memorias de Noriega), salvo para hacer negocios (de toda índole), desde las capas dirigentes y en altos cargos del PRD (Partido Revolucionario Democrático) hasta mandatarios más recientes. Por lo que toca a la izquierda, no suele ocuparse de asuntos terrenales, ni mucho menos de hechos concretos que perturben la conveniencia disfrazada de "necesidad de sobrevivencia" -ante el poder y los "amigos", sobre todo.
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