Claxon puede rendirle homenaje a la patrona del CRESFED (Centre de Recherche et de Formation Economique et Sociale pour le Développement -Centro de Investigación y de Formación Económica y Social para el Desarrollo), una organización no gubernamental haitiana: el asunto es siempre el mismo, salvo que, para esa patrona, que tiene entre sus rentas la de una viuda(es muy apreciado en América Latina), Haití siempre es primero en todo.
Así, ya se sabe hasta la saciedad, aunque sea siempre en realidad el cobro anticipado de la renta, Haití fue el primer país de América Latina en independizarse. Cobrada la renta de esta hazaña de esclavos, es posible omitir sistemáticamente que los triunfadores -en particular Henri Christophe, el enemigo de Alexandre Pétion- se creyeron pronto reyes (con castillos, palacios, fortalezas y nobleza) y dividieron al naciente país ("nobleza haitiana" quería decir en Europa algo así como "pequeña corte de advenedizos"). No importa: Haití fue el primer país en contratar deuda externa para modernizarse y el primer país, ya en el siglo XX (dejando de lado al Paraguay de Alfredo Stroessner) en tener una dictadura. Sin mayor mérito que un pequeño texto, La ocupación norteamericana en Haití, el enviudar de algún famoso se convirtió en una segunda renta, sumable a la de representar"al primer país de América Latina que se independizó de...." Pueden agregársele premios y cargos a una historiadora que no lo ha sido tanto, por más autosatisfacción que pasee.
El difunto tuvo tiempo de vivir la caída de la Unión Soviética que prácticamente lo curó de poliomielitis (lo que ningún homenaje latinoamericano ni especialmente cubano mencionó jamás), como miembro del PUCH (Partido Unificado de los Comunistas Haitianos, de René Théodore, que durante la dictadura duvalierista tuvo que aguantarse ver morir asesinados a muchos, incluida la familia entera Sansaricq) y de ir a entregarse -en vez de renunciar a tiempo- a los estadounidenses. Estos, con miles de marines, "repusieron" a Jean-Bertrand Aristide en la presidencia haitiana en 1994 luego del baño de sangre de la dictadura de Raoul Cédras (el mismo Aristide fue nuevamente derrocado en 2004). El difunto, creador de la OPL (Organisation du Peuple en Lutte- Organización del Pueblo en Lucha) pactó de tal modo que Peter Hallward (Damning the flood, Verso, 2007) describió la trayectoria de este "histórico dirigente" (en realidad un "cosmopolita" exiliado casi 30 años en México y dedicado a una peculiar docencia con las alumnas) como "de Fidel Castro a Jesse Helms" (Génesis de la Revolución Cubana es por lo demás un buen libro con algunas tesis antojadizas). Kim Ives, periodista de Haití Liberté, describió a la OPL como un grupo de "lameculos del imperialismo norteamericano, que emplazaron a Aristide a romper con las organizaciones populares de izquierda de Haití y a regresar del exilio en 1994 sobre los hombros de 23 000 soldados norteamericanos". Como otros de la comitiva en Estados Unidos, que además rogaban ser convertidos en un Puerto Rico sin tanto negro y pedían a gritos en una conferencia en Brooklyn la intervención estadounidense, ante la mirada atónita de más de uno, el difunto de la viuda estuvo rodeado de gente que se jactaba del apoyo de Otto Reich (cubano-americano funcionario del extinto mandatario Ronald Reagan y del hoy ex presidente George Bush padre) y Roger Noriega (extremista de origen cubano y alguna vez subsecretario estadounidense de Estado para el Hemisferio Occidental), "duros" de la administración estadounidense. La OPL, junto con otras agrupaciones de Convergencia Democrática, recibió fondos de National Endowment for Democracy (NED) e hizo toda la política económica, de calumnia social y de bloqueo solicitada por Estados Unidos contra Aristide.
Primero en todo, Haití parece haberlo sido en un gobierno de izquierda a principios de los '90 y también en el circo, las maromas y el teatro de izquierdistas dispuestos a cualquier cosa después de 1989-1991 con tal de no perderse nada del carnaval del poder. A la larga, todo terminó en el regreso de la derecha e incluso, sin mayor escándalo en contra, de Jean-Claude Duvalier, Baby Doc. Las "cocinas" de la viuda, como las de más de un latinoamericano en el exilio en México, no fueron pocas ni inocuas, aunque desleales sí. Casi como regla.
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