Con un tremendo vacilón
"Me lo dijo Adela" (Orquesta Aragón)
Hace pocas semanas, en un artículo reproducido en el portal de "Con Nuestra América", Guillermo Nils Castro Herrera, como con frecuencia se hace llamar este émulo de Caín, resumió del mejor modo posible la "formación" que recibió y que, lejos de ser la suya en exclusiva, es la que ha guiado toda la política cultural e incluso la "política política" de la Revolución Cubana, con figuras tan poco señeras -y tan prepotentes, en el mejor estilo criollo- como el sempiterno director de Casa de las Américas, para no hablar de la mezcla de soberbia y completa ignorancia que tan bien ha sabido hacer ese maestro de Castro Herrera que es Armando Hart Dávalos ("maestro de martianos", lo llama el discípulo que nunca se enteró de que la palabra de pase es "crear", no "lisonjear").
Guillermo Castro Herrera, salvo cuando linda en la piratería y alcanza a "columbrar", es incapaz de crear algo propio porque interpreta de la peor manera lo que repite como justificación de su pereza, homérica, e incluso de sus fraudes, no desconocidos ni en Cuba ni en Casa de las Américas, por si algunos se atrevieran a hablar en la cultura de la isla sobre el fiasco del Premio 1994 : después de todo, no vale esforzarse cuando la erudición es falsa (¿para qué ser gente de cultura o aunque sea de gratitud?) y es más fácil instalarse, con el "hombre natural" (¿al desnudo?), en el goce prolífico del trópico, las mujeres, la prole, los cargos sin mérito y las dedicatorias de ocasión. Pero dejemos este aspecto: únicamente recordemos que alguna vez José de Jesús Martínez, Chuchú, comentó de Guillermo Castro Herrera que era insoportable al grado de contestar con una cita de Max Weber a la pregunta: "¿qué horas son?" !Vaya con el hombre natural!.
Apoyándose en un resumen de tesis del Papa Francisco recogidas por Mercedes de la Torre, Guillermo Castro Herrera cree, como la Revolución que lo cobijó, que "la unidad prevalece sobre el conflicto", motivo de siempre -y que no es más que monismo- para acallar discrepancias, vetar cualquier pensamiento original (con el silencio cómplice de Marco A. Gandásegui Jr. y un señor de nombre Dídimo Castillo que cuando la cita es el lunes a las 3 llega el sábado a las 9, hora interiorana) y, a fin de cuentas, impedir cualquier debate. Eso les ha permitido a unos cuantos perpetuarse en cargos anquilosándose y anquilosando cualquier asomo de creación que ponga en duda "la unidad", entiéndase que el argumento de autoridad (ad verecundiam). Discrepar o simplemente pensar de otro modo es ser conflictivo y por poco "atentar" contra esa cosa nostra que suele ser "Nuestra América".
Guillermo Nils Castro Herrera repite la tesis de que "la realidad es superior a la idea" (formulación pésima si las hay), y quien conozca al paquidermo de la Ciudad del Sabor se dará cuenta de que siempre consigue adaptarse a la realidad, cualquiera que sea, dejando a un lado las ideas al punto de llegar a no tenerlas o no distinguirlas de algo que no pasa de ser "un cierto ritmo" -con citas de Martí-, en quien resulta convertido en el Benny Moré de la sociología latinoamericana y el ambientalismo panameño. Veamos: seamos naturales, seguramente dizque espontáneos, ahorrémonos los conflictos y adaptémonos a la realidad, si es necesario renunciando a las ideas, así sea yendo contra una famosa frase de José Martí ("trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras"). Lástima entre todas las lástimas, lo que Guillermo Nils Castro Herrera presenta como "ideario" no es otra cosa, para quien sepa leer, que el peor "sentido común de la época" actual, una auténtica verguenza para quien se dijo gramsciano, participó en lo que ahora llama la "dictadura (!) bonapartista" lumpen (!) de los años '80 (1984-1989) panameños y no escaló cargos solo antes de "ponerse verde". ¿En qué momento hubo dictadura en Panamá entre 1984 y 1989? Gobernaron Nicolás Ardito Barletta, Eric Arturo del Valle, Manuel Solís Palma y Francisco Rodríguez. Todos civiles.
"Grande, la América nuestra: si de allá venimos, y tanto compartimos, ¿hasta dónde no hemos de llegar, si somo capaces de ejercerlo? El Nuevo Mundo de ayer, en verdad, abre el camino al nuevo mundo de mañana, y lo hace de manera mejor, que es con todos y para el bien de todos" (Guillermo Castro Herrera, Palabras Inmortales, junio de 2016).
Es detrás de estas hermosuras retóricas que se ha escudado "el proceso" -con Cuba a la cabeza- para jugar cobardemente con una ventaja, la de evitar de entrada -en nombre de la unidad y el apremio de la realidad- cualquier debate y cualquier despuntar de lo que algunos llaman alteridad.