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domingo, 22 de mayo de 2016

EU-AMERICA LATINA: NO ME DESPEDI DE LOS MUCHACHOS

Normalmente, no se acostumbra hablar de la amistad entre Charlie Marx y Freddy Engels. Cuando se entraba al despacho de Charles de Gaulle, uno tampoco se apersonaba con Charlie.
      Es encantadora esa manera de convertirlo todo en frivolidad, de tal modo que, negando lo serio, no pueda hablarse ya del trabajo ni de su mundo. William Clinton se llama Bill, incluso en Wikipedia. Robert Dole se llama Bob, Joseph Biden es Joe Biden y la precandidata demócrata a la presidencia de Estados Unidos es casi "simplemente Hillary", aunque no tanto para que suene a "simplemente María". El secretario de Defensa es Ash Carter, como el pasado presidente es Jimmy Carter. No hay filiación ninguna, salvo el "entre" en lo mundano y chic. Me llamó Angélica, pero dime Angie. 
     La izquierda hace lo propio, desde hace un rato. Nicolás Maduro, por ejemplo, se presenta a ciertos actos protocolarios disfrazado como si estuviera listo para saltar al terreno a intentar un home run. El periódico reproduce las "reflexiones de Fidel", porque "todo el mundo sabe...", del mismo modo en que Johnny Too Bad estila comenzar muchos párrafos con un implacable "todos sabemos..." que sirve de "evidencia" y para evitar probar nada. Claro, "todos sabemos...". ¿Cuantas cosas en el mundo son las que, desde luego, todos sabemos? ¿Brasil? que "Dilma" por aquí y "Dilma" por allá, como si anoche hubiéramos cenado con ella, como mínimo. "Evo" lo uno y "Evo" lo otro, que es nuestro criado aborigen preferido. Hubo también el tiempo de "Cristina". ¿Cual Cristina?¿Saralegui o Fernández de Kirchner? Esa es la "mundanidad" de izquierda: estamos "en el mismo barco", nos conocemos "de toda la vida", "estuvimos ahí", "yo lo (la) conocí", estamos muy in y nunca out, porque, después de todo, nos reconocemos en el mismo lenguaje, el del mismo "entre", como si nos hubiéramos facilitado entre "nos-otros" (nos, los-otros-) el mismo nombre de usuario, la misma contraseña, idéntica indignación, la misma licencia para ahorrarnos análisis e información, una retórica compartida. Y sobre todo, como buenos partícipes del mundo ricacho y del poder, la misma voluntad de evitar cualquier fisura, de silenciar cualquier disensión, de hablar para callar al otro, de dar a entender una "cosa nostra" potencialmente violenta contra "ellos" o contra "él" y "a por él" (que se llama Donald Trump, como si hubiera que ficharlo). Lo serio, claro está, es aburrido, tanto como el trabajo y el patriarca "que regaña"(!ay no me regañes, bloguero!). A los estadounidenses les gusta el entretenimiento, to have fun, y los latinos somos los campeones de la fiesta hasta en las peores y más graves derrotas (vaya: qué coincidencia). Queda resumir la conversación de Bill con Dilma, de Joe con Evo o de Fidel y Jimmy. Por cierto, Keiko es Keiko, que el lumpen también se reconoce mediante "señales", mi Marquiux.

FANÁTICAMENTE MODERADOS

 En varios países de América Latina, la izquierda, que tiende más bien a ubicarse en el centro-izquierda (del que no queda excluida Venezuel...