El lugar en que comencé mi breve carrera administrativa universitaria era conocido, medio en broma medio en serio, como sede de "los Borbones". A la distancia, y aunque pagué con otros mi derecho de piso hasta quedar con los nervios agotados, llegué a decirme que la Historia es muy cierta, dígase lo que se diga. Tal vez "los Borbones" eran preferibles a "los Austrias", que terminaron tomándose la universidad después de 1999. Si el partido hubiera sido de fútbol, podría decirse que "los Austrias" golearon a "los Borbones". Que les pregunten a los fans universitarios del barroco, que pertenece a la época de los Austrias en América.
Jacques Lacan, el psicoanalista, dijo alguna vez: "un hombre cualquiera que se cree rey está loco, pero no lo está menos un rey que se cree rey". Ese es el problema con los Austrias: no están locos, sino que son la clase de tipos que un buen día, pasadísimos de reputación y de poder, así sea el de un nombramiento en una comisión, deciden que el rey no debe andar desnudo, salvo en ocasiones especiales (que hacen la comidilla de la corte), sino que debe mostrarse como rey, es decir, crearse el personaje que corresponde a su cargo y encima, créerselo y actuarlo, Como esta gente, en la borrachera del poder, deja al ser humano que alguna vez fue -si alcanzó a serlo- escondido en el clóset (de donde luego se olvida de sacarlo), crea problemas prácticamente insolubles en los pasillos y en las conversaciones universitarias: ¿a quién chingaos saludo, al rey o al rey que se cree rey y que, para colmo, son la misma persona?
Desde que se inventó la excelencia académica, los hombres y mujeres de la corte que controlan la cultura, las ciencias sociales y las Humanidades en la universidad prácticamente obligan a que un paje como yo tenga que saludarlos así, tratando de salvar la distancia entre el rey y el rey que soñaba que era rey: "¿cómo está Su Excelencia Académica?". No hacer esta reverencia parece, como es seguramente comprensible, crimen de lesa Majestad, y homicidio por partida doble: contra el rey y contra el rey que se cree rey, lo cual lo vuelve también doblemente peligroso, a diferencia del hombre común que se cree rey. Al segundo se lo encierra, al primero se lo premia, por ejemplo como Gran Maestro en la serie "Grandes Maestros". Desde luego que únicamente con un tipo que se cree rey podría ser posible un saludo como éste: "¿Como te va, oh Gran Maestro?" No pasa de que, en vez de creerse rey, el aludido se crea Gran Maestro o conteste con un "no estés chingando". En cambio, decirle " oh Gran maestro" al rey que se cree rey, típico caso de las altas esferas universitarias, es arriesgarse a que el loquito perciba la ironía y se ponga susceptible, lo que se llama muy susceptible. Como sea, no entiendo por qué no llegan de una buena vez a dar sus conferencias, siempre Magistrales, en carruaje, porque los séquitos ya los tienen. Un carruaje, además, contamina menos y un Rey como el descrito difícilmente circula más de un día a la semana, el de la conferencia Magistral. Queda claro en todo caso que el título nobiliario no se adquiere por trabajo, sino por servicios prestados al Rey y a su personaje -doble mérito. El que es siervo puede trabajar 25, 30, o 40 años en la universidad sin más derecho que al ninguneo si no juega a la confusión de moda entre persona y personaje, que ya repiten hasta los locutores para halagar o, en todo caso, para no herir susceptibilidad del patrón que ordena doble, no sencillo.
No pasaría de ser algo un tanto extravagante, esto del catedrático que exige trato de Felipe II, si el destino de los Austrias no hubiera sido el trágico típico de la endogamia. La dinastía Habsburgo siempre prefirió casarse con parientes, para fines políticos, llevando la consanguineidad a grados cercanos a las uniones entre hermanos o entre padres e hijas. De hecho, en algunos eventos académicos puede uno preguntarse si no está asistiendo de casualidad a un manoseo -verbal, para empezar, lo que pasa cuando cae el telón no siempre se sabe- entre miembros de una familia que, eso sí, ha tejido redes de alianzas inverosímiles. El problema es tan delicado que de Carlos II "el Hechizado" llegó a decirse: "su cuerpo es tan débil como su mente. De vez en cuando da señales de inteligencia". Algunos ponentes dan exactamente la misma impresión, la de algo "lento e indiferente, torpe e indolente", mientras quien lee o da la plática parece "estupefacto", siempre para seguir la biografía de "el Hechizado". Los Austrias y los grandes universitarios de hoy se asemejan mucho: la endogamia reduce el círculo matando tempranamente a muchos parientes cercanos, pero la red de alianzas se amplía con los que no están demasiado tarados e impide toda sucesión por fuera del círculo de familiares escogidos. Nada más he dado a conocer el resultado de interesantes investigaciones, aunque yo fui "medio Borbón". Me importaba poco: en otras épocas, en vez de los sainetes del "doctor" o la "doctora", todos eramos una profesión, no un título nobiliario, y nos llamábamos amistosamente "maestro", sin distingos entre pequeños y grandes, ni con temor a caer sobre algún colega chiflado a fuerza de tanto reconocido prestigio.
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jueves, 14 de abril de 2016
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