Gracias al descuido en que la tuvo el Obispo de Copilco, quien se ocupó de todo menos de gobernar, es decir, de tener una política académica (sé de departamentos que reconocen que las autoridades no tienen ni la menor idea de lo que se hace en la casa de estudios), la universidad pronto se encontrará con un futuro lleno de sorpresas, las de universitarios que no quieren ningún "dirigismo", porque es impositivo y autoritario, y que preferirán tomar ellos la iniciativa de las innovaciones.
No dudo que para "dictaminar a los dictaminadores", la universidad tenga cada vez más Face y cada vez menos book, para remedar la bromita de Palmira Jackson. Al rato, los dictámenes tendrán en el formato el cuadrito azul con la F en blanco, el pulgar y la instrucción: se solicitará del dictaminador que dé un like o que lo niegue, y en las comisiones evaluadoras de otras instancias se contabilizarán, como signos de productividad, el número de likes recibidos.
Ya se ha introducido el rubro "participación en redes", a sabiendas del tipo de redes que estilan forjarse los universitarios, lejos de la academia. El Obispo de Copilco multiplicó los homenajes que debían llevar por lema "Hoy por tí, mañana por mí": yo te homenajeo, tu me homenajeas. De hecho, el Obispo en cuestión premió el peor activismo de izquierda y no falta el joven investigador que, sin investigar nunca nada (El mito de la transicion democrática en México está plagado de errores propios de alguien que no indagó mayor cosa, pero que ya es hasta el gringo y guacho mimado de la Unison, por lo visto a la búsqueda de mercenarios), no para de pasearse ante reflectores nacionales e nternacionales que seguramente hará valer como "actividades de difusión" aún cuando la universidad prohíbe expresamente el activismo. Mientras unos se dedican a trucos contables (un mismo artículo publicado a la vez en un periódico y en un blog seguramente cuente dos veces), otros se agencian extrañas actividades que influyen en la academia: dentro de poco, en esta universidad de ciencia-ficción, no faltará el cyborg investigador que incluya en su curriculum el rubro "asistencia a sepelios de universitarios", exigiendo que se le recompense monetariamente esta muy especial forma de "relacionarse", o "número de colegas visitados en hospitales", considerando la edad de la planta académica. Agradezco de antemano a mis colegas y a los de familiares míos que no se aparezcan en algún entierro privado creyendo que es parte de un proyecto colectivo que después podrán hacer valer en alguna instancia de recompensas, aunque no creo que los míos lleguen a caer en "sepelios de excelencia" o de "reconocido prestigio". Tal vez algún despistado crea que deba incluir el número de personas que asistieron al evento fúnebre y, por qué no, que lo vieron en el acto, en el rubro: "número de asistentes a las pompas fúnebres que lo saludaron". Como constancia anexará selfies con el muerto y con los asistentes. Como se sabe, a esto se le llama ya, desde ahorita, "factor de impacto" y, en una cultura como la nuestra, vale tanto como una cita en Elsevier's Scopus.
Esta universidad de vanguardia hace ya cosas tan interesantes y productivas como pagarle viáticos, por ejemplo, a un investigador estadounidense (o de perdida, canadiense) para que venga a decir cualquier cosa y, desde luego, para que devuelva la invitación: lo sorprendente es que no estamos lejos de invitar a "tesoros vivientes" tipo John Golf Backgammon para que nos transmita lo que se investiga en la Universidad del Sureste de Idaho, campus Twin Fails. Cualquier evaluador premia algo así, puesto que "le suena" y la conferencia es sobre "Cómo implementar en México los Derechos Humanos de los pueblos originarios y las mujeres de Wyoming", algo de "pertinencia". La universidad, fiel al actual espíritu universitario, de seguro abrirá una sede en Vail, Colorado, para que egresados mixtecos se fogueen en el estudio del esquí.
Finalmente, los investigadores y profesores de esta universidad del futuro, que se ríen de los estudiantes (los hay que hablan del estudiantado como si fuera territorio comanche o potencial fuente de ataque apache, por lo que no olvido a un colega que pasaba delante de Ciencias Políticas acelerando el coche y tapándose la nariz), exigirán que entre tanto indicador cuantitativo se tome en cuenta las millas acumuladas, en el entendido de que implican reconocimiento a la labor en provincia o en el extranjero, siempre y cuando se viaje en aerolíneas "de reconocido prestigio".
Después de todo, hace rato ya que la universidad no reconoce el trabajo, sino el rating, que es lo que observan sin mayor disimulo muchos dictaminadores o evaluadores. En cuanto a los jóvenes investigadores, suelen tener el síntoma cretino de Benzulul (incluyendo a la investigadora que, sin mayor trayectoria, insultó gratuita y altaneramente en su twitter a Eraclio Zepeda): creen que todo se resolvería mágicamente adoptando de plano el nombre del patrón, el universitario ilustre de turno. "El nombre da juerza. Si tenés nombre cualquiera cosa, tas fregado". Cualquiera quiere ser Encarnación Salvatierra: "hace maldá y es respectado". No me extrañaría que alguno se me presente como Bolívar Echeverría o algo parecido.
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