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lunes, 4 de abril de 2016

URSS: CUANDO GORBACHOV PROTEGIA A LA CIA

El antiguo embajador estadounidense en la Unión Soviética, Jack Matlock (1987-1991), se ha enorgullecido de los contactos que tuvo con parte de la élite sovietica, que asistía a la residencia del diplomático "diez o más veces por semana" para conciertos, desayunos, almuerzos, discusiones políticas y actividades por el estilo en las cuales, como fácilmente puede pensarse, también se colaban algunos espías para "tomar el pulso" y "reclutar". Que este era un objetivo de los servicios secretos occidentales lo reconoció en su momento John Poindexter, consejero de Seguridad Nacional del extinto Ronald Reagan, quien fuera presidente de Estados Unidos: "creo, admitió Poindexter, que hemos obtenido muy buena información sobre la Unión Soviética, en especial sobre el Buró Político y su jefe". Matlock dió por su parte cuenta de sus éxitos en sus memorias, La muerte del imperio. Una mirada de embajador estadounidense al colapso de la Unión Soviética.
      Los soviéticos habían descubierto algunas infiltraciones y el jefe de inteligencia (KGB, Comité del Estado para la Seguridad), Vladimir Kriuchkov, descubrió a unos dos mil (la "lista Kriuchkov"), algunos en las altas esferas, como Alexander Yakovlev, ex embajador durante una década en un país de Occidente donde fue adoptado como "Sasha" y reclutado por la Central de Inteligencia Americana (CIA). Alguna vez, Yakovlev, quien fuera miembro del Buró Político y jefe del Departamento de Propaganda del Partido Comunista de la Unión Soviética, admitió: "mirando para atrás, puedo decir con orgullo que ha funcionado una muy simple táctica, el uso de mecanismos del totalitarismo contra los sistemas totalitarios".
      Gorbachov fue avisado de qué era Yakovlev, a quien, en una sesión del partido comunista en 1990, el hoy extinto Alexander Lebed le preguntó: "Alexander Nikolaievich, ¿cuantas caras tiene usted?". He aquí lo que hizo Gorbachov: desconoció el informe Kriuchkov, procedente de su propio país, siguió protegiendo a Yakovlev, y dejó de informar al partido comunista y al Estado soviéticos de los contenidos de sus reuniones con el presidente de Estados Unidos. Gorbachov, a la larga convertido en propagandista de artículos  Louis Vuitton y Pizza Hut (en anuncios disponibles en Youtube), de espaldas a la inteligencia de seguridad de su propio país y a su propio Estado, cometió un acto de traición a la patria y se enorgulleció de ello al decir lo siguiente, según lo reproduce el portal de Nakanune.ru: "tenemos que acabar con nuestro sistema antiguo. Y no creo poseer en mi país gran apoyo para mis designios, la mayoría de la gente o no me entiende, o se opone. Tengo que maniobrar. No piense mal de mí si a veces tengo que hablar en diferentes voces. Estoy tratando -le dijo a un estadounidense el último líder soviético, para más señas al mismísimo Matlock- de hacer aquello por lo que usted ha orado desde el final de la segunda Guerra Mundial: liquidar la amenaza militar soviética...". Este era el tipo de líder que amaba Estados Unidos, el vasallo, el lacayuno ante la posibilidad de "abundancia", el yo- me- vendo- si- tu- me- compras (Premio Nobel, etcétera...): el que destruía sutilmente su propio país o el que, como el difunto Boris Yeltsin, lo vendía todo en remate cuando como Jenny en "mi bella genio" (I dream of Jeannie), alcanzaba a salir de la botella.

¿QUIÉN APAGA LA LUZ?

 Como lo señalara Donald J. Trump, candidato estadounidense a la presidencia, Rusia es una formidable maquinaria de guerra: si la apuesta de...