En vez de la política, el escándalo. Se le criticaba al actual presidente de México, Enrique Peña Nieto, ser producto de los reflectores y las cámaras de televisión, pero es que no hay nadie que se resista al gusto -muy típico del rico y con muy poca relación con la fiesta popular- por el escándalo. ¿Tiene el líder del Movimiento de Regeneración Nacional algún programa? Si lo tiene, está muy escondido, pero en cambio ya le gustó, a él también, el escándalo: hagamos escándalo, nosotros los pobres, los que comemos frijol con gorgojo, por el precio del avión presidencial y unos cuantos más, contra "ustedes los ricos". Es escandaloso. No queremos a Televisa. Preferimos los escándalos de Matilde Urióstegui, con tal de que efectivamente lo sean. Cada domingo nos compramos la revista del escándalo "político" del momento.
Fernando del Paso, el de Notitas del imperio, no necesita presentación porque es, en sí mismo, un escándalo: viste de tal manera que, cuando se apersona en público, no queda claro si acaba apenas de salir del California Dancing Club o si está en calidad de representante del Circo Atayde para alguna negociación. Que México "está en decadencia", muy seguramente. Pero había que escandalizar, así que del Paso alertó contra el "Estado totalitario que viene", supuestamente por la ley Atenco. Se le olvidó que para que lo haya hace falta Estado y cualquiera que haya vivido las últimas tres décadas y pico sabe que, desde el sexenio de Miguel de la Madrid hasta ahora, el Estado mexicano se ha achicado de tal modo, para bien o para mal, que ya únicamente podría hacer un "fascismo chiquitito", suponiendo que todavía alcance para éso y que sea el Estado el origen del totalitarismo. No falta el clasemediero que gritonee contra el Estado y lloriquee porque "se deshizo el tejido social", como si no hubiera ninguna relación entre ambas cosas. ¿Totalitarismo? Justamente, el llamado "totalitarismo" se caracterizaba por ser una "gigantesca maquinaria", en marcha y eficaz, mientras que el Estado mínimo reina sobre la desorganización y la ineficacia de todo, el "caos controlado" favorito de los estadounidenses. ¿Importa? No: "Estado totalitario" suena mucho más indignante y, como parte de todas las confusiones, la mayoría, empezando por la intelectualidad, confunde indignación y escándalo, con la ventaja de que el segundo asegura que no se oiga nada, salvo al que escandaliza. Así que valiente es quien grita más fuerte, de preferencia quitándole la palabra al otro, y, sin importar en nada el significado de las palabras; valiente es también quien las emplea como palabrotas. ¿Acaso los actores sociales no están en distintos escenarios políticos? (Aplausos).
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