Sin duda fue bastante antes del Obispo de Copilco, tal vez desde los años del rector Sandokán y de los niños del Madrid, que la universidad pública se volcó a practicar el lema de la feminista radical Carol Hanisch: "lo personal es político". La universidad, sin deber serlo, ya era política antes, un modo de hacer una carrera dentro del Estado o dentro de la oposición al Estado, mediante el activismo, o de rebasar por la izquierda para llegar más rápido al poder. Sin embargo, algún oficio se debía de tener. Ahora, el arte consiste en hacerse del beneficio sin el mínimo oficio.
En las ciencias sociales, fue en gran medida gracias a la doctora Guerra Bóxers y a Vito Pableone que se introdujo de la peor manera la innovación de Immanuel Wallerstein, el ex marine neoyorquino inventor del "sistema-mundo" y quien fuera varias veces director de estudios asociados en la EHESS (Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, creada en 1975).Esta Escuela fue financiada en parte por el Departamento de Estado estadounidense (mediante becas Fulbright), y terminó como un centro de anticomunismo nacido de la "VIe section" de la Ecole Pratique de Hautes Etudes/(Escuela Práctica de Altos Estudios) en la red stay behind en Francia después de la Segunda Guerra Mundial, destinada a bloquear la influencia comunista del CNRS (Centre National de Recherche Scientifique, Centro Nacional de Investigación Científica). Este bloqueo, en medio de la carrera francesa por hacerse de la bomba atómica (y mientras el comunista y pacifista Frédéric Joliot-Curie, primer presidente del CNRS y Comisario del gobierno para la Energía Atómica, podía volverse candidato al Premio Nobel, ya que se oponía al uso bélico de la bomba y firmó el Manifiesto Russell-Einstein), tuvo lugar bajo influencia de la Fundación Rockefeller y la Fundación Ford, tapadera de la Central de Inteligencia Americana (CIA). Entre quienes habían buscado bloquear al CNRS estaban miembros de la escuela de Historia de los Annales, como Fernand Braudel, y no está de más recordar que Wallerstein creó en los años '70 el Fernand Braudel Center. Hasta aquí para datos curiosos de la carrera de Wallerstein, de quien recelan -sin que deba hacerse acusación alguna, salvo tal vez la de haber engendrado un pseudomarxismo- algunos científicos sociales franceses. El hecho es que, con la Comisión Gulbenkian, Wallerstein propuso un modo de disolver en ácido -al estilo del "pozolero del Teo", hasta que no "quedara huella" de nada clásico- las disciplinas, lo que terminó en que ya nadie conociera bien ninguna. Esta disolución trajo como consecuencias las tres siguientes:
-Una forma de practicar la "trans", la "multi" y la "inter" discplina que equivalió, a fin de cuentas, a algo así como a lo siguiente: entra el jugador de fútbol en la cancha, pero el hecho de que esté "a la frontera de las disciplinas" y "en la complejidad" le permite tomar el balón con la mano, como si fuera fútbol americano, descontarse con guantes de box al árbitro, mandar la pelota a las manos de un compañero para que en vez de "disparar a la portería" el segundo corra hasta ella para "encestar", al estilo de Magic Johnson, y festejar con una patada de tae kwondo contra el rival que proteste. ¿Qué deporte es? Ninguno, ni hay disciplina de nada, pero es el equivalente del tipo de payasadas que se premian en la universidad y que permiten sobrevivir multiplicando las performances y los guiños de ojo a las modas de los "estudios culturales" y sus variantes. El chiste es "estar en la agenda" que recompensa reiteradamente este tipo de frivolidades, y que castiga a cualquiera que exija un partido en serio y algo disciplinado, aunque sea llanero, porque pedirlo equivale a suspender "el derecho a la performance".
-La premiación de cualquiera que se dedicara a hacerse pasar por "único y legítimo heredero" de Wallerstein y Braudel, así fuera en su comportamiento como colega algo así como un miembro de la banda de los Porkys e incapaz incluso de redactar en español. Sucedió con el Obispo de Copilco, con quien de paso se le hizo un homenaje trasnochado al neozapatismo, todo sin la menor mesura en el afán de protagonismo.
-La premiación y el estímulo a la carrera de cualquiera que, siempre sin medida en el deseo de figurar, supiera disolver el oficio, suponiendo que llegara realmente a tenerlo, y ostentar el beneficio de alguna "causa noble" (las mujeres y los indios, sobre todo, pero también cualquier adalid del pueblo). Con el Obispo de Copilco se premió a quienes ni siquiera habían tenido tiempo de situarse en el punto de arranque de la carrera (por ejemplo, habiendo entrado en 2006 para recibir un premio tan rápido como en 2012 y sin mayor mérito en el área distinguida, la de la investigación)
-De remate, el gran reconocimiento a quien quiso hacer de la performance el rasgo barroco de la cultura latinoamericana, al grado de ser premiado en vida por Hugo Chávez Frías, un tipo intelectualmente extraviado por completo.
Así, el infantilismo de izquierda terminó premiado de múltiples formas en una universidad que no dejaba al mismo tiempo de ser ultraconservadora y cada vez más aliada de intereses privados. Después de todo, este infantilismo hizo en pequeño lo que otros en grande: servirse del erario para el "bienestar para la familia" y para hacer pasar los problemas o las taras de familia por los de la política universitaria, que se ocupa de temas tan interesantes como "la risa" (¿para cuándo es "La risa en vacaciones 2"?), cuando el modo en que Wallerstein y sus seguidores aborígenes liquidaron toda tradición no tiene nada de gracioso. La investigación terminó en una suerte de difusión de performances y en lo que quería el gran Rockefeller, con tal de evitar que se pensara: un "plan Marshall para el espíritu" -dinero no ha faltado en la universidad- en el que la izquierda universitaria participó muy gozosa.
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